Miles de rosarinos se volcaron ayer, primer domingo de otoño, a los parques, plazas y ferias de la ciudad, que recobraron protagonismo en la oferta de opciones para el disfrute del tiempo libre. Durante la tarde, una temperatura ideal que llegó a 25 grados, atemperada por una brisa suave del este, permitió gozar a pleno. Los balnearios, que también se vieron bastante llenos, combinaron postales típicamente veraniegas con actividades más otoñales, como la pesca y los picaditos. Pero los lugares abiertos que más gente atrajeron fueron los parques, especialmente los del área costera, y las ferias artesanales.
El día amaneció espléndido, fresco y soleado, así que después del almuerzo las calles ya mostraron mucho movimiento de gente que rumbeó sin dudar hacia los espacios verdes.
Al parque Urquiza, por ejemplo, llegaron más temprano los dispuestos a seguir bronceados: reposera en mano y con malla, tomaron posición en la franja más próxima a la barranca.
Apenas pasado el mediodía, fue el turno de desembarco para las parejas y familias materas, futboleros, grupos con música y guitarra a cuestas, jugadores de bochas, ciclistas y cientos de chicos dispuestos a no parar en toda la tarde. Los carritos de golosinas y churrerros dieron gracias al cielo por el buen clima, mientras Versuit Bergarabat ensayaba a todo volumen, para alegría de sus fans, en el vallado anfiteatro Humberto De Nito.
Una situación parecida se vivió a lo largo de toda la costa por la zona del Monumento a la Bandera y la Estación Fluvial, lo que animó los puestos de la Feria del Bajo, y como siempre el parque de España se vio colmado.
Más allá, el de Colectividades y el Sunchales volvieron a demostrar que la combinación de espacio verde y vista al río resulta una opción ganadora. Los pocos bares abiertos estuvieron a full y el césped, más democrático, se pobló de gente dispuesta a disfrutar como mejor pudiera.
Chau, verano, chau
También el Mercado Retro, el Roperito y las dos ferias artesanales de Pichincha cobraron nueva vida con la llegada del otoño. "Ya va siendo otra cosa", suspiraban con alivio los puesteros, recordando los días tórridos y desiertos del verano.
Como no podía ser de otro modo, también hubo lugar para los adoradores del sol, que prometen resistir en las playas hasta bien entrado el otoño. Ayer, por ejemplo, la punta norte de La Florida se colmó como en pleno febrero, y a lo largo de los balnearios gratuitos la gente alternó el bronceado con pesca, caminatas y juegos, mientras los veleros y lanchas surcaban el río de cara a la otoñal brisa del este.