El dólar volvió a descender, lo que puede terminar hipotecando todo atisbo de reactivación económica. Un dólar bajo implica menos competitividad para las exportaciones, trunca el proceso de sustitución de importaciones y genera un efecto pobreza entre los tenedores de dólares en la República Argentina.
El día viernes el dólar exportación se ubicó en 2,98; si a esto le sacamos el 20% de retenciones y el 1,2% que dejan los exportadores por el impuesto al cheque tenemos que el precio del dólar exportación se ubica a 2,35, un nivel muy bajo si se tiene en cuenta que muchos productos que se exportan cuentan con insumos a precios dolarizados. De esta forma, la baja del dólar deja sin rentabilidad a muchos sectores exportadores que se habían beneficiado por la devaluación del signo monetario.
Por el lado de las importaciones, la caída del dólar a 3,07, y un real que cotiza en Brasil a 3,42, hacen que los productos del país vecino pasen a ser más económicos que los que se producen en Argentina, en el marco de una alta presión tributaria. Por ende, el proceso de sustitución de importaciones viene quedando atrás. Como dato estadístico podemos incorporar al análisis que en los meses de diciembre de 2002 y enero de 2003 las importaciones de bienes intermedios de Brasil comenzaron a crecer fuertemente revirtiendo la tendencia negativa de los primeros 11 meses del año 2002.
Durante el año 2002 los inversores particulares adquirieron dólares por una suma cercana a los 7.000 millones, a un precio promedio de 3,50 aproximadamente (recordar que los dólares se adquirían con cheque por la limitación de efectivo, y por lo tanto se pagaban un 10% por encima de su cotización). En la actualidad, estos mismos tenedores, con un dólar de 3,00 para la compra, no desean desprenderse de los dólares atesorados y postergan decisiones de inversión y consumo para otra oportunidad produciéndose un efecto pobreza entre los tenedores de la divisa.
En conclusión, la sumatoria de menos competitividad para exportar, caída del proceso de sustitución de importaciones ante productos que ya son más baratos desde el exterior, y el efecto pobreza entre los tenedores de dólares, llevan a pensar que la economía está ingresando en un escenario de alta recesión económica.
Corralón, un capítulo aparte
El gobierno desea abrir el corralón antes de las elecciones. De esta forma busca liberar los fondos inmovilizados en los bancos y pretende que parte de este dinero vaya en busca de dólares, impulsando a la suba de su precio.
Consideramos que es justo y legítimo que los ahorristas dispongan de sus ahorros en la moneda de origen, pero el actual gobierno está dictando una norma para presionar a la administración entrante.
En primer lugar, sólo devolvería los depósitos pesificados hasta $ 42.000 en efectivo más CER, que no es una suma muy importante; con un plazo fijo a 30 días, los depósitos pesificados entre $42.000 y $100.000 más CER; y los depósitos pesificados de más de $ 100.000 más CER, con un plazo fijo a 4 meses de plazo.
En segundo lugar, debemos advertir que no se ha planteado cómo se devolverá la diferencia entre los pesos más el CER y el dólar libre, ya que el gobierno desmintió la colocación de un bono compulsivo. Sin embargo, debemos advertir a los ahorristas que antes de realizar algún retiro, hayan o no realizado un amparo, deberán hacer reserva de sus derechos.
En tercer lugar, debemos decir que si bien es legítimo que se devuelvan los fondos, el gobierno devolverá la mayor cantidad de los mismos dentro de dos meses, cuando una nueva administración se haga cargo del país. Lo cual parece, más que una medida para reestablecer la credibilidad pensando en el ahorrista, una bomba de tiempo para el nuevo presidente.
En cuarto y último lugar, nadie sabe que suerte podrían correr las entidades financieras si en el marco del proceso electoral se desata una corrida contra el dólar con la liberación de fondos planteada, ya que se produciría un doble problema, bancos con problemas de liquidez y dólar en suba.
Conclusión: la baja del dólar, las consecuencias no deseadas para la economía de dicho retroceso, la apertura del corralón y la baja liquidez de las entidades financieras para enfrentar tantos compromisos no hacen más que llenar de incertidumbre la transición entre el actual gobierno y el que asumirá el 25 de mayo, dejando para los próximos 62 días un final abierto.