Corina Canale
El 17 de mayo de 1975 Fábrica Colón, en Entre Ríos, dejaba de ser el lugar privado que había sido desde 1903 y se convertía en Pueblo Liebig, aunque todavía faltaban algunos años para que se desmantelaran las instalaciones que había levantado la Liebig's Extract of Meat and Co., el frigorífico de capitales ingleses que llevaba el nombre del barón alemán que "inventó" el extracto de carne. Los ingleses se fueron de Argentina en 1979 porque ya no ganaban lo mismo, pero dejaron una historia de aciertos, esplendores y decadencia que el turismo está rescatando en las puertas de otra guerra. Porque el "corned beef" -carne en lata- se enviaba en barco desde Argentina a Europa para alimentar a los soldados de la Segunda Guerra Mundial, un período en que el frigorífico llegó a trabajar las 24 horas para cumplir con la demanda. Considerado testimonio edilicio y social de la Argentina de la primera mitad del siglo pasado, la historia de este lugar, ahora Pueblo Liebig, comenzó a fines del siglo XIX cuando Apolinario Benítez instaló allí un saladero, poco después que el general Urquiza fundara la cercana Villa Colón, sobre el río Uruguay. En 1910 la expansión de Fábrica Colón era impresionante; con un total de 44.000 hectáreas en Entre Ríos, Corrientes y Misiones, ya comenzaba a ser llamada "las cocinas más grandes del mundo". Y no era para menos, ya que desde esa década, y hasta 1950, se faenaban 1.500 animales por día, en faenas que abarcaban seis meses por año, mientras que las tareas en el frigorífico y el matadero ocupaban a 3.500 obreros en turnos diurnos y nocturnos. Actualmente, con 750 habitantes, un tercio de ellos jubilados, Pueblo Liebig asiste a dos hechos que alteran su vida cotidiana: la llegada de turistas y la radicación de gente que busca la paz y el sosiego de la bella costa entrerriana. Diego Uarroz, bisnieto de un suizo-francés que estuvo entre los fundadores de la Colonia San José, y que atiende la Oficina de Turismo de la Junta de Gobierno, informó que "el movimiento turístico más grande lo registramos durante Semana Santa", agregando que "el año pasado vinieron 6.500 personas". Para Diego lo que más atrae de Pueblo Liebig a los turistas es la arquitectura inglesa, la cordialidad de los lugareños y la seguridad, y también conocer sus épocas de esplendor. Y sobre la radicación de gente de otros pagos, el argumento más convincente parece ser el de los buenos precios inmobiliarios. Recorriendo el pueblo se encuentran curiosidades como un cartel con la palabra "Soltería", y una leyenda que explica que esa era la vivienda de los trabajadores sin mujeres. El centro comercial es una larga y baja construcción donde en los primeros tiempos estuvo el único almacén de ramos generales, la barbería y el local de un zapatero remendón. Ahora hay tres despensas y dos carnicerías, una tienda y una heladería, y hasta un quiosco con telecabinas. Pero no hay cine, porque el que construyeron los ingleses en el Club Atlético Liebig dejó de funcionar cuando un rayo destruyó el proyector. Y ese club, de 1904, es el más viejo del departamento entrerriano de Colón y uno de los cinco más antiguos del país. Es interesante descubrir, por el diseño de construcción que adoptaron los pioneros ingleses, cómo se reconocían las clases sociales por sus viviendas. Hay un barrio para los obreros y otro de chalets en el que residía el personal jerárquico. Entre éstos últimos, que tienen una galería techada pero abierta, ideal para el caluroso clima entrerriano, se destaca el que perteneció hasta hace cuatro años a Jacqueline Evans, esposa del último administrador del frigorífico, y donde sus nuevos dueños instalaron la Hostería Liebig. La señorial casona recuerda el estilo de aquella película en la que Karen Blixen languidecía de amor en "Africa Mía". En las décadas de oro en esas enormes casonas las damas se reunían a tomar el té, mientras los barcos iban y venían entre el puerto del río Uruguay y Gran Bretaña, llevando el revolucionario "corned beef". De ese muelle, del que quedan algunos vestigios, salió el Carvanon Castle, el buque de 10.000 toneladas que fue hundido con toda su carga por el acorazado de bolsillo alemán "Admiral Scheer", gemelo del "Admiral Speed", que se hundió en 1939 frente a la ciudad uruguaya de Montevideo. Ahora, ya lejos de aquel frenesí comercial, el principal paseo turístico de Pueblo Liebig es la visita al frigorífico, al barrio de los jerárquicos y a los campos de pastura, ya que otro sector ha sido alquilado a un taller mecánico y a un aserradero. En ese itinerario permanecen, en el más profundo de los silencios, cámaras frigoríficas, generadores de energía, calderas y hasta una planta para fabricar envases de hojalata. Pero nada queda de la industria floreciente que comenzó en tiempos de Justo José de Urquiza y que se extendió hasta la guerra de las Malvinas, en 1982, por algo más de cien años. También está allí la "Casa de Visita Nro.1", propiedad de la familia Vizental, los últimos dueños del frigorífico, quienes lo compraron a los ingleses en 1980 con 2.500 empleados y lo desmantelaron poco después con apenas 100. En esa casa fue recibido en 1925 el Príncipe de Gales. Y también es parte de aquella historia la pequeña Capilla del Sagrado Corazón de Jesús, construida en 1950, la última obra de los ingleses en Argentina. (Télam)
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