No hay que ser cinéfilo para sucumbir a la atracción irresistible que Hollywood ejerce sobre las almas sensibles. La verdad es que con ser cholulo basta. Haber pasado horas hojeando revistas del corazón espiando la vida de las estrellas es un pasaporte a la Meca del Cine. Y no está mal que así sea, porque es ahí, en ese inefable arrabal angelino, donde brilla flor y nata de la industria del cine. Es ahí, en sus calles lustradas con esmero, donde los sueños de fama se hacen realidad.
La historia cuenta que en 1887 Havey Hernderson Wilcox y su esposa Daeida fundaron una comunidad cristiana en un solar alejado del centro de Los Angeles al que bautizaron Hollywood. Pero la utopía de los Wilcox duró poco. Con el desembarco de Cecil B. de Mille en 1913 para rodar "El prófugo" en unos viejos establos su sueño de vivir lejos de las tentaciones del juego y el sexo se derrumbaron. En su lugar nació ese imperio del hedonismo que alimentaron los grandes estudios de cine con la intención de engordar sus bolsillos.
Las huellas del pasado están marcadas a fuego en el Sunset Boulevard, una vía rápida que traza una amplia curva de 42 kilómetros de longitud desde el centro de Los Angeles hasta Pacific Coast Highway, donde se concentra la agitada vida nocturna de la ciudad. Varios de los hoteles de lujo, bares y restaurantes más famosos de la época dorada de Hollywood funcionaron en el lugar. Incluso el célebre Mocambo, donde la joven Margarita Casino fue descubierta por Harry Cohen, quien le cambió el nombre por el de Rita Hayworth.
Colinas de Santa Mónica
Pasear por el Sunset Strip es una experiencia excitante. Desde allí, siempre y cuando el smog lo permita, pueden verse las colinas de Santa Mónica y las mansiones de los famosos. También, varios de los locales más exclusivos de la ciudad, desde el coqueto Spago, donde en la década del 70 se celebraban las fiestas de la noche de los Oscar, hasta The Viper Room, el club nocturno propiedad de Johnny Depp, frente al que murió, víctima de un cóctel fatal de drogas y alcohol, el joven River Phoenix.
Unos pocos metros más adelante está The Comedy Store, el escenario donde la mayoría de los humoristas más famosos de la actualidad dieron sus primeros pasos, desde Jim Carrey hasta Harry Seinfeild. Sobre la misma acera, apenas cruzando una calle, se alza el Hyatt Hotel, donde se alojaban las estrellas de rock. Ahí paraba Jim Morrison cuando The Doors tocaba en el Whiskey a Go Go. Enfrente se encuentra el House of Blues de Dan Ackroyd, quien protagonizara junto con John Belushi la película "The Blues Brothers".
Cada paso por el Sunset Strip evoca la historia del cine y, aunque nunca antes se hayan recorrido sus amplias aceras, el paisaje resulta extrañamente familiar. Y es lógico que sea así, ya que tantas películas se rodaron en sus calles que no hay rincón que no evoque una escena, un título, de alguna realización hollywoodense. Sin ir más lejos, ahí está The Source, el restaurante donde Woody Allen se despacha contra Los Angeles, en "Dos extraños amantes", la película que le valió un premio Oscar.
Pese a estar llena de tesoros escondidos, la parte alta del Sunset Strip no es un sitio recomendable para recorrer a pie. La zona es frecuentada por dealers y chicas de la calle, que sin pudor ofrecen su mercancía a la luz del día. Si se anda con cuidado no hay peligro, pero lo mejor es hacer el paseo a bordo de un auto, parando en los puntos de interés. Con todo, es imperdible llegarse hasta la antigua locación de los estudios Warner Bros., donde se filmó "El cantor de jazz", la primera película sonora de la historia.
Papel pintado
Pero para los amantes del cine la aventura no es completa si no se visita el Hollywood Boulevard. Curiosamente es allí donde, no sin cierta desilusión, se comprueba que el cine es una engañosa fábrica de sueños. Porque la avenida, que a través de la pantalla luce elegante y glamorosa, tiene en realidad pocos atractivos. El Paseo de la Fama, jalonado de estrellas que rinden tributo a los grandes de la industria, y el Teatro Chino, donde figuras como Arnold Schwarzenegger y Steven Spielberg inmortalizaron sus huelas en cemento, son los mayores. El resto no es más que papel pintado.
Salvo el recientemente inaugurado Kodak Teathre, donde desde el año pasado la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood entrega los premios Oscar, las atracciones del Hollywood Boulevard se reducen a comercios temáticos, como el Museos de Cera de Hollywood y Créalo o no de Ripley, que reúne una colección de más de 300 piezas que celebran las curiosidades del mundo. Y lo que es peor, aquí, allá y en todas partes pululan las tienda que ofrecen souvenirs baratos y de dudosa calidad que evocan la visita a L.A.
Lo bueno es que desde Hollywood Boulevard se alcanza a ver el gigantesco cartel de letras blancas que recuerda que se está en la Meca del Cine. Bien altas en las colinas las nueve letras blancas que forman la palabra Hollywood dominan el barrio. El letrero fue emplazado en 1923 y con el correr del tiempo resultó gravemente deteriorado. Recién a fines de los 70 fue restaurado gracias a que varias estrellas donaron los 27 mil dólares necesarios para solventar los trabajos. El esfuerzo no fue en vano. El mayor símbolo de la industria del cine sigue en pie.