Año CXXXVI
 Nº 49.790
Rosario,
domingo  23 de
marzo de 2003
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El cazador oculto: Los muertos no son glamorosos

Ricardo Luque / Escenario

Hace días que la televisión se regodea con las imágenes de la guerra. Pero, ¿qué guerra? La de la CNN y las cadenas de noticias con cabecera en las capitales de la coalición que atacó impiadosamente a Irak. BBC, NBC, TVE, siglas que evocan otras siglas, tanto o más televisivas que éstas, CIA, FBI, M16. Una guerra sin muertos. O mejor, sin cadáveres, porque, como se comprobó en los viejos buenos tiempos de Vietnam, los cadáveres ahuyentan la audiencia y lo que es peor crean conciencia. ¿Cómo? Sí, los números de bajas no son más que eso, números, pero una lista de víctimas, con nombres y apellidos, edades, domicilios, datos familiares, humaniza la noticia. De golpe, la vuelve de carne y hueso. Imaginen entonces un hombre muerto. Con el rostro demudado por el dolor, las ropas sucias de sangre, las manos aferradas al último soplo de vida. Su tragedia desnudaría, en vivo y a todo color, el horror puro de la guerra. Su sentido último: la destrucción y la muerte. Su consecuencia más cruel: la tristeza sin consuelo. Pero la verdad, quién lo duda, no es patrimonio de la televisión. Sus intereses son otros, muy distintos. El rating, la publicidad, el negocio. Por eso desde que se supo que el bombardeo sobre Bagdad era inevitable la única preocupación de los popes de la cadena ABC, dueña de los derechos de la transmisión de la ceremonia de los Oscar, fue resolver si le convenía más continuar con la cobertura de la guerra o emitir la fiesta de Hollywood. Una cuestión que, evidentemente, nada tiene que ver con la ética y mucho menos con el sentido humanitario que la televisión asegura es su esencia. Una cuestión que sólo los ejecutivos de televisión (entrenados como marines para matar o morir por un punto de rating) son capaces de dirimir sin despeinarse ni aflojarse la corbata. ¿Cómo hacen? Fácil, echan mano a las mediciones de audiencia. Porque, es bueno que se sepa, en la televisión no se hace nada sin consultar ese falso oráculo que son las planillas del rating. Igual, decidan lo que decidan, nadie verá a los muertos de Irak en su pantalla. No venden, ni hamburguesas ni ideología. Los fuegos artificiales están asegurados.


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