| | cartas Exigencias inauditas
| Durante semanas estuve contagiada de una verdadera locura que se vive en los jardines de infantes. Me sentí con culpa y exigida por mis superiores a ser directora. Las justificaciones eran muchas: la edad, la jubilación, el sueldo... Nadie me preguntó si quería ser directora con todo lo que ello implica. Leí un libro editado por el Ministerio de Educación que define las tareas de un director. Frente a un cúmulo de responsabilidades me pregunto si queda tiempo al director para lo pedagógico, para jugar, crear, divertirse y aprender con los niños. Frente a esto tomé una decisión: tengo 41 años, amo lo que hago (trabajar con niños), mi entusiasmo no ha variado, me gusta crecer con ellos e intento profundizar en mis prácticas áulicas. Elegí la calidad de vida y la salud mental. Una vez escuché decir al ministro de Educación que un docente en estos tiempos puede llegar a los 67 años frente a un curso y que si no le alcanza el sueldo puede buscar otro trabajo. Permítaseme contestarle. Me gustaría invitarlo a ser maestro jardinero por un día, pero eso sí, a los 60 años, porque ésa es la edad en que nos jubilamos las maestras. Con respecto a otro trabajo, a veces podemos conseguirlo, pero le aclaro que nuestros niños no son merecedores de tener un maestro estresado, cansado y sin ganas a los 30 años. Ana María Rondelli
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