Rosalí tiene 14 años y sus ojos verdes llenos de tristeza. La noche del domingo quedó al cuidado de cuatro hermanitos mientras su mamá corría de urgencia al hospital llevando en brazos a su hija de 5 años. Entonces, la chica quiso aprovechar la noche para estudiar. Pero como en el cuarto donde guardaba sus útiles y dormían los niños más chiquitos de la familia no había luz decidió encender una vela que luego olvidó prendida. De pronto el dormitorio fue ganado por las llamas y sobrevino el horror: los gritos desesperados de las criaturas por escapar, vecinos espantados que nada podían hacer ante el voraz avance de las llamas y el cuadro de destrucción que quedó cuando al fin cesó el incendio. El fuego consumió todo y se llevó la vida de un nene de dos años y una nena de tres que estaba desnutrida. La tragedia que ensombreció al barrio construido por el padre Santidrián en el extremo oeste de Granadero Baigorria desnudó los otros dramas que padecía la familia de los chiquitos fallecidos, signada por la pobreza y la falta de trabajo con seis hijos a cuestas. Mirta Anahí Moreira tiene 35 años y desde hace dos vive en una casa de material de pasaje Ignacio 1188 junto a su concubino Marcelo Lezcano, de 41; los tres hijos de la pareja de 2, 3 y 6 años; y otros tres de un matrimonio anterior de 8, 9 y 14 años. La familia sobrevive con un plan para Jefes de Hogar Desocupados que cobra Marcelo, quien también sale a pescar y trabaja en una quinta. La noche del domingo Mirta le daba de comer a sus hijos mientras su esposo pescaba. En un momento Marivel Vallejos, de 8 años, se atragantó y en el intento por desahogarla su mamá le dio un sacudón, la chica se golpeó contra la mesa y se cortó el labio superior. Entonces la mujer se fue a pie hasta el Policlínico Eva Perón y dejó a sus otros hijos al cuidado de la mayor. Más tarde el papá volvió de pescar, pero al enterarse de lo ocurrido decidió ir al hospital. Ya había pasado la medianoche y los dos nenes más chicos, Diego y Milagros Lezcano, de 2 y 3 años, dormían en un pequeño cuarto que da al patio trasero. Los otros dos, Hernán Vallejos, de 9, y Marcelo Lezcano, de 6, lo hacían en la cama del matrimonio en un cuarto contiguo. Entonces la chica decidió practicar una lectura que le tomarían al día siguiente en la escuela Lisandro Paganini, donde asiste a 6º año de la EGB. Como el interruptor de la luz del primer cuarto no funcionaba "encendió una vela en un vaso plástico para retirar los útiles. Luego se fue a estudiar a la cocina y se olvidó de apagarla", contó Mónica Moreira, una tía de los chiquitos. Al rato Rosalí se sobresaltó con los gritos de sus hermanitos y descubrió que el cuarto estaba en llamas. Se metió en el foco del incendio e intentó rescatarlos, pero sintió que se asfixiaba y decidió abrir la ventana. Fue como encender una mecha. La ráfaga de aire avivó aún más el fuego, que se propagó como en una explosión. La chica saltó al patio y desde allí trató de alcanzar a Milagros, de 3 años, que desde arriba de una cama estiraba sus bracitos para que la ayudaran a salir. Pero cualquier intento por salvar a Diego y Milagros fue inútil. "Parecía que habían rociado la pared con llamas. Sentíamos una impotencia muy grande", contó Ricardo, de 24 años, quien junto a otros vecinos apagó el fuego a baldazos. Uno de ellos se empapó con agua y entró a la casa para rescatar a los chiquitos, pero ya era tarde. Los cuerpos estaban carbonizados. "La imagen que vi es espantosa. Anoche no pude dormir ni dejar de llorar. Esos pibes eran hermosos y cada dos por tres venían a pedirnos pan", expresó sumido en la angustia el vecino Walter Lescano, de 30 años. Los destrozos en el cuarto fueron totales. Quedaron dos camas chamuscadas, las paredes tiznadas de negro y parte del yeso del techo se vino abajo. En el lugar había gran cantidad de material combustible: libros, papeles, ropa y cinco colchones. Cuando los padres regresaron el incendio había cesado. "¿Qué voy a hacer ahora sin mis bebés?", repetía a cada rato la mamá de los chicos. Su hija Rosalí resultó acusada de incendio culposo y quedó incomunicada en la casa de su papá, Angel Vallejos, a disposición de un juez de Menores. "A todo esto se le suma la pobreza en la que estamos viviendo. Mi ex mujer a pesar de todo es como una leona para los chicos, pero lamentablemente mucho no podemos ayudarlos", se lamentó Angel, un albañil desocupado. Luego de que fueran practicadas las autopsias, los niños fueron velados a cajón cerrado en la capilla del cementerio de Granadero Baigorria. "El más chiquito era gordito pero la nena estaba desnutrida y le hacía muy mal el agua de este barrio, que está contaminada. Los dos se querían mucho. Siempre que pasaban algún tema por la tele bailaban juntos porque tenían el mismo tamaño. A él le gustaba peinarse como Mambrú", rememoró entre lágrimas la abuela de los chiquitos, Mirta Ortiz, de 52 años. Al lugar acudieron peritos de Bomberos Zapadores para practicar las pericias de rigor, ya que a raíz del suceso se abrió una causa en el juzgado de Instrucción de Raquel Cosgaya, con intervención de la comisaría 24ª.
| El fuego consumió todo lo que había en la vivienda. (Foto: Néstor Juncos) | | Ampliar Foto | | | Notas
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