Año CXXXVI
 Nº 49.785
Rosario,
martes  18 de
marzo de 2003
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cartas
Queja a un inspector de tránsito

Paso a relatar un hecho que me ocurrió mientras estacionaba mi auto durante unos breves minutos para poder facilitar la llegada de mi hijo de seis años a una librería de calle San Luis al 1200. Eran las 14.45 y recién terminaba de llover, cuando un inspector municipal de tránsito, supongo de esos famosos pasantes del Partido Socialista, vino con una prepotencia propia de un jerarca de la Alemania de los años 30 y me ordenó despejar el lugar. Y que lo hiciera pronto porque ya estaba prohibido estacionar a esa hora. "Estoy con mi hijo retirando unos paquetes", le dije; y él me respondió -en voz alta y amenazándome con su talonario de boletas de infracción- que salga inmediatamente. Pregunto: ¿esa intendencia que dice mucho y no hace más que reprimir a los ciudadanos, está ciega? Las veredas rotas, las calles sin nombre, la basura desparramada, el transporte público desastroso, los ejecutores llenándose de dinero con los apremios. La calle San Luis parece una feria pública con vendedores ambulantes que impiden el paso de los caminantes con sus "puestos" que ofrecen mercaderías de dudosísimo origen y a la vista de otros inspectores... En el Pasaje Araya, a metros de donde este joven socialista, supongo, me gritó como si fuera una perra vagabunda, existe un verdadero baño para canes. Todas las mañanas se puede observar a los vecinos, que seguramente viven en departamentos de propiedad horizontal, paseando a sus perros para que evacuen lo que acumularon durante la noche. El olor y la suciedad es tremendo. En la cortada Ricardone y pasaje Araya se encuentra otra de las faraónicas obras de esta intendencia, el teatro La Comedia: allí la vereda está pegajosa por los "regalitos" de las mascotas de los vecinos y los restos de basura desparramada.
Ileana Andrea Gerbaix


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