| | cartas La actitud de Bush
| Habría que retroceder muchos años en la historia para encontrar casos comparables a la actitud del presidente Bush frente a Irak, un país de veintitrés millones de habitantes que será destruido por la superioridad tecnológica de los Estados Unidos. Durante un año se presentó ante la opinión pública mundial a Osama Bin Laden como el enemigo público número uno. No se mencionaba a Saddam Hussein. Pero al desaparecer Bin Laden se empezó a agitar el fantasma de la malignidad de Hussein, que en alguna época fue aliado de los norteamericanos. Ninguna prueba ha aportado Bush en sostén de su único argumento: el supuesto potencial armamentístico de Irak. Tampoco los inspectores internacionales enviados con plenos poderes a ese país comprobaron irregularidades. Pero ni esa carencia de pruebas, ni la oposición de la inmensa mayoría de la opinión mundial, ni los esfuerzos del Papa y de las Naciones Unidas parecen poder frenar un ataque decidido de antemano, cuyas consecuencias son impredecibles. Quizá haya que recordar que tanto Hitler como los soviéticos atacaron a países más débiles con falsas excusas, provocando males incontables, para terminar en rotundos fracasos. Roque A. Sanguinetti
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