Pablo Díaz de Brito / La Capital
Con la guerra a punto de estallar, tal vez convenga hacer un análisis, lo más desligado posible del consignismo prevaleciente, sobre los efectos del drama que está por desencadenarse. Este análisis se limita a las relaciones entre EEUU y Europa. Primero, con esta guerra EEUU surge como superpotencia única de manera inequívoca. Se dirá que ya lo era, pero del período del liderazgo en base a consensos de Bush padre y Clinton se pasa ahora a un sistema más verticalista, el tan citado unilateralismo, y más inestable, como ya se está comprobando. Con la confrontación sin antecedentes de EEUU con Francia y Alemania (que no son "Europa", como pretenden, pero sí los dos países más importantes del continente) se inicia traumáticamente la transición hacia la era pos Otán. Esto, causa de tantos lamentos, era después de todo esperable: si no fuese por Irak iba a darse por cualquier otro motivo. Ocurre que la Otán nació para enfrentar, y lo hizo con absoluto éxito, a un enemigo que no existe más. Además, pertenecer a la Alianza Atlántica lleva implícita la subalternidad europea a EEUU, por mucho el socio mayor. Con la actual ruptura, podrá surgir un eje que de París llegue a Moscú, como teorizaron con entusiasmo algunos columnistas franceses. Esta hipótesis fue ratificada esta semana por fuentes del gobieno del canciller Schroeder, al proponer un "núcleo" entre los seis fundadores de la Comunidad Europea que excluya a Gran Bretaña y España y abra paso a una alianza en materia de defensa con Rusia. Esta coalición a su vez reforzaría la inclinación de Europa oriental hacia EEUU, tendencia explicable por el temor ancestral de esta región a Rusia, su eterna calamidad, pero también porque, puestos a elegir con quién alinearse, se deciden por el país más fuerte y con el que consideran tener una mayor deuda histórica. Polonia, Hungría y República Checa o las repúblicas bálticas no tienen nada que agradecerle a Rusia y mucho a Estados Unidos. Polonia lo ratificó esta semana: el futuro ingreso a la UE no cambiará su firme apoyo a Washington. Ciertamente no desaparecerá la alianza histórica de Washington con Gran Bretaña, aunque la guerra salga mal y Blair caiga, pero los otros firmantes europeos occidentales del documento de los 8, como España e Italia, pueden abandonar el grupo filoamericano cuando cambien sus actuales gobiernos y sumarse al que lideran París y Berlín. Todo esto dependerá de cuán corta y exitosa sea la guerra. Ulteriormente, la amenaza de Chirac a los firmantes orientales de la carta de los 8 ("perdieron la oportunidad de callarse") y su abierta advertencia de frenar el ingreso de las naciones del Este a la UE que no sigan su línea, sólo acentuará las convicciones filoamericanas de las capitales del Este. Más allá de las palabras, la fractura ya existe y subsistirá. Europa y la UE ampliada a los 25 quedarán divididas sobre dos materias críticas, defensa y política exterior. Esto debilitará el "polo" europeo del por ahora hipotético sistema mundial multipolar que sueñan Chirac y Schroeder. Ironizando sobre las pretensiones de potencia de París, el canciller de Portugal (uno de los 8) comentó hace unos días: "Si nuestro país se viera amenazado, ¿quién nos defendería, Francia? Cuando la guerra de Bosnia, EEUU envió sin demoras sus tropas en aviones militares de gran capacidad. Francia tuvo que alquilar los ferrys que van a Córcega. ¿Francia nos defendería con los ferrys de Córcega?" El economista Robert Samuelson recordó que EEUU gasta poco más del 3% de su PBI en defensa: un porcentaje razonable y, en términos históricos, bajo. Europa, que "vivió de arriba" en esta materia durante la era Otán, redujo drásticamente sus presupuestos militares luego de 1991 y hoy gasta globalmente poco más del 1% del PBI en defensa. Si Europa quiere crear un mundo multipolar -o sea con varias potencias de nivel más o menos equivalente-, deberá aumentar drásticamente su gasto militar. Los 15 de la UE tienen una economía que equivale al 85% de la de EEUU, de modo que tienen margen para hacerlo. Europa es una superpotencia económica y en "poder blando", como gusta señalar Joseph Nye, pero es un enano militar, y esto explica, en parte, la actual crisis.
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