El triunfo por 1 a 0 que obtuvo River Plate sobre Estudiantes de La Plata fue una clara muestra del peso que tiene para algunos entrenadores la grandeza de su rival y el temor propio, como ocurre con Oscar Malbernat, quien por no animarse a buscar un mejor resultado en el estadio Monumental ante un millonario desvaído se terminó quedando sin nada. El primer tiempo tuvo un desarrollo discreto, ya que el juego que propone Malbernat obviamente discrepa con cualquier pretensión de belleza para el espectáculo. Y como lo de River careció de luces para desequilibrar más allá de la posesión del balón, todo se volvió intrascendente y sin emociones. River trató de sorprender con las proyecciones del uruguayo Martín Del Campo por derecha, pero al oriental le faltó final a cada ataque. También estuvo muy intermitente Luis González, que a los 22' ya estaba fuera de la cancha por lesión, mientras que Daniel Ludueña insinuó más de lo que concretó. Sin embargo River, pese a lanzarse siempre al ataque, no pasó sofocones en su defensa salvo un trepada de Juan Krupoviesa que terminó en un innecesario penal de Del Campo que a los 28' marró el Tecla Farías. La llegada más clara de todo el primer tiempo para los dueños de casa estuvo, como viene siendo costumbre últimamente, en la cabeza de Ameli a los 37', aunque el trayecto de la pelota a la red fue interrumpido por Cardozo justo sobre la línea. Para la etapa final Manuel Pellegrini dispuso el ingreso de Darío Husaín por Del Campo. Esto pareció darle buenos resultados a River en los primeros minutos de la etapa final, ya que el recién ingresado Husaín comenzó a desnivelar por derecha y, para corroborar que estaba en una tarde afortunada, clavó una pelota llovida ante un azorado Ignacio González. Y a partir de allí, si al comenzar el encuentro el técnico chileno había pensado en un equipo utilitario imaginando el cotejo por la Libertadores ante los colombianos, cuando River se puso en ventaja lo primero en lo que pensó fue en reservar el esfuerzo directamente desde lo futbolístico. Por eso inmediatamente después del tanto recompuso la defensa haciendo ingresar a un defensor como Ariel Garcé por un volante ofensivo como Daniel Ludueña. Claro que con esta variante, traicionera para el paladar negro de la hinchada riverplatense, el ingeniero se expuso tanto como su equipo a resignar fútbol y someterse a algún ataque estudiantil que pudiera determinar una paridad seguramente nociva. Pero como Malbernat se acordó tarde de buscar el gol, de hecho una característica muy propia de todos los que alguna vez egresaron de la escuela de Osvaldo Zubeldía, que un remate de Farías a los 38' se estrellara en el travesaño fue una verdadera mosca en la leche para lo que significó el albirrojo platense como expresión ofensiva. (Télam)
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