Mariano Bereznicki / Ovación
Tal vez en no sea necesario hacer un análisis profundo en cuanto al desarrollo del juego porque el resultado en sí es lo más importante cuando se está frente a un partido clásico. Y si no, que lo digan los propios charrúas, que pintaban para arruinarle la tarde al salaíto pero terminaron vencidos ante su propia impotencia e ineficacia para liquidar a su rival cuando tuvieron la chance para hacerlo. ¿Cómo terminaron? Argentino ganó 2 a 1 cuando estaba por sonar la campana, en el puntapié inicial del torneo Molinas. Qué tardecita tuvieron los muchachos de Central Córdoba. Y eso que habían arrancado a toda máquina. Pero se ve que con el pasar de los minutos se fueron quedando sin combustible. Y Argentino, con muy poco, se quedó con los laureles. Pensar que la visita había copado el medio vía Gerlo y Figueredo. A eso hay que sumarle las diabluras de Paredes cuando encaraba ante los defensores. Pero el sector que tenía que cumplir con la misión de lastimar (los delanteros) dejó mucho que desear. Pese a ese déficit, los charrúas se adelantaron en la red a través de un penal convertido por Séptimo Gerlo cuando promediaba la media hora de juego. Córdoba era superior. Pero en una jugada fortuita de los salaítos llegó el alivio. El pibe Muñoz estableció la igualdad para sorpresa de muchos cuando se acercaba el tiempo de ir al descanso. En la segunda parte los de Tablada ya no eran ese equipo que se proyectaba por los laterales con facilidad y habían dejado de ser los dueños de la pelota. Más alla de eso, el empate era una fija. Pero en la última jugaba seria del partido, Povolo se estiró de palomita, clavó el 2 a 1 y dejó sentado que el salaíto es el capo del clásico chico.
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