Año CXXXVI
 Nº 49.779
Rosario,
miércoles  12 de
marzo de 2003
Min 22º
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Eficiencia en el Estado II

Días atrás, recordaba lo pasado en un programa de TV sobre las asambleas barriales, que defienden el derecho de autodefenderse y armarse con este fin. De la misma forma que conducir un auto no lo trasforma en corredor de Fórmula Uno, o el título de médico no lo convierte en cirujano, tampoco tener un arma lo habilita para eliminar a un agresor. Y esto no porque no esté a su alcance, sino porque para todas estas tareas extremas es necesario tener condiciones naturales. Uno no se trasforma en guardián del orden si no tiene las condiciones naturales para serlo. Por eso, en una sociedad de consumo como la nuestra se comienza a derivar dinero, que podría ser utilizado en actos que generan trabajo genuino, a servicios que debería proporcionar el Estado. Es terrible seguir este camino al cual nos impulsa la corporación política con su criminal ineficiencia extrema, y la corporación de abogados, que exige que todo esté escrito, que nada lo dicte la moral o la ética, y de esta forma ellos salvan a un culpable que puede pagarles, acumulando dividendos. Esto poco preocupa a estas corporaciones, que lucran (de eso se trata) del río revuelto. El ciudadano común, la llamada mayoría silenciosa, debe entender que en este mundo de corporaciones, él pertenece a la más grande. Debe involucrarse y defender su derecho a vivir y no ser conducido por circunstancias que, además, son generadas por otras entidades que piensan en sus intereses y no en el conjunto. Es necesario educarse políticamente. La democracia directa es posible. Para aquellas personas que opinen en este sentido estamos en: [email protected]. La prosperidad de los próximos años está en nuestras manos, no debe ser solamente un deseo voluntarista.
Julio R. Sánchez


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