Mientras los estudios mundiales y acuerdos gubernamentales -que van desde la misma ley federal hasta las conclusiones del Foro Mundial de Dakar- coinciden en señalar que la profesionalización del rol docente es, además de un derecho, una necesidad imperiosa para elevar la calidad educativa de cualquier país que se precie con futuro, el ministro de Educación de Santa Fe, Daniel Germano, va por otro camino: "Si fuera docente y no estaría de acuerdo con mi salario me buscaría otro trabajo", opinó ante los medios en un momento menos que oportuno: a días del inicio del ciclo lectivo y cuando todas las miradas están puestas en la escuela. Los dichos del funcionario de Carlos Reutemann se corresponden con un grave desconocimiento del sector que tiene a su cargo. En esencia, es lo mismo que decir que la profesión docente la ejerce cualquiera. Es suficiente con estar un solo día frente a un aula de una escuela de la periferia, del centro o de la escuela privada más cara para comprobar que el oficio de enseñar requiere mucho más que un salario digno, como en cualquier profesión. Ejemplo: para administrar con idoneidad los números de una empresa hace falta algo más que cobrar los honorarios que estipula el colegio respectivo. Algo que bien podría responder Germano, que egresó de la universidad como contador. M.I.
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