La chica, de unos 20 años, tenía un toque fashion. Llevaba short blanco, musculosa fucsia y anteojos de plástico anaranjados. Sin embargo, cuando el almacenero abrió el postigo para atenderla se reveló como una delincuente experimentada. Con una frialdad absoluta sorprendió al comerciante apuntándole con un revólver calibre 22 al mejor estilo Pepita, la pistolera. Así comenzó un asalto en pleno barrio Roque Sáenz Peña, en la zona sur, donde una pareja de delincuentes redujo al dueño de una granja, lo esposó y encerró en el baño. El atraco concluyó con el dúo llevándose una videograbadora y una bolsa con monedas. Javier Pérez, tiene 29 años y hace ocho meses que reabrió el negocio que perteneció a un amigo de la familia. Lo hizo con la indemnización que cobró cuando lo despidieron de una importante panificadora. El local queda en Serrano 5529, entre Hilarión de la Quintana y Sánchez de Bustamante. A casi 24 horas del asalto, el comerciante no puede creer la frialdad con que actuó la muchacha, quien siempre se movió con calma y con mucho más aplomo que su secuaz, mayor que ella y visiblemente más alterado. Todo sucedió el viernes a la tarde, minutos después de las 15. Casado y con una pequeña hija, Pérez estaba solo en ese momento en el negocio y en su casa, conectada por un patio a la parte trasera del local. A esa hora alguien tocó el timbre. Cuando se asomó por la pequeña ventana de vidrio vio a una muchacha de 20 o 22 años de aspecto insospechable. "Realmente me tomó por sorpresa", contó ayer el comerciante como para reafirmar que las apariencias engañan. "La mina lo que menos tenía era pinta de chora. Cuando abrí la ventanita de la puerta, la vi bien arregladita, con el pelito corto y cuidado. Tenía unos anteojos de plástico medio rectangulares que están de moda ahora, una musculosa fucsia y un short blanco. Pero sacó un 22 y me apuntó a la cara. Así no más. «Quedate quieto», fue lo único que dijo y no abrió más la boca. Supongo que llevaba el chumbo escondido en el pantaloncito porque no tenía nada más encima". Pérez comentó que al ver el cañón tan cerca de su cabeza no tuvo posibilidad de resguardarse. "Estaba muy expuesto, si hubiera retrocedido me podría haber disparado igual", agregó. El almacenero entonces abrió la puerta. Fue en ese momento en que apareció el cómplice. Era un hombre de unos 30 años, tez morena, cabeza rapada, que lucía gorra, lentes oscuros y una musculosa color turquesa. Empuñaba un revólver 38. Javier no opuso resistencia y entregó el cajón de la registradora. La chica, sin pronunciar palabra, se dedicó a juntar los pocos billetes y monedas que había, mientras que el varón le pegó al comerciante dos culatazos en la cabeza, enfurecido porque no había más dinero. Y éste le recriminó: "Hace ocho meses que perdí el trabajo y abrí la granja. No tengo plata porque ya pasaron todos los proveedores. Qué te creés, que soy Coto". Pero el ladrón no entendió y se lo llevó hacia el patio trasero que se conecta con la casa. Así lo empujaron hasta el baño, lo esposaron con las manos hacia adelante y lo acostaron en el piso. El delincuente no dejaba de insultarlo, mientras que la chica revolvía todo lo que encontraba. Así estuvieron varios minutos hasta que tomaron una videograbadora y una bolsa de plástico con monedas para el cambio del negocio. "Vamos porque acá no hay nada", escuchó Javier desde el baño y la pareja escapó raudamente. El almacenero apenas pudo incorporarse con las esposas que le cortaban la circulación y llamó a la policía. El primer móvil de la seccional 11ª llegó 20 minutos después.
| Javier Pérez se encontraba solo cuando fue asaltado. (Foto: Angel Amaya) | | Ampliar Foto | | |
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