Una maraña de trabas burocráticas amenazan con impedir la reactivación de las instalaciones del Puerto de Santa Fe. Esa posibilidad de abrió a principios de febrero pasado, cuando se firmó un preacuerdo entre el grupo Puerto de Tarragona y los actuales concesionarios de las instalaciones capitalinas, TPS (Terminales Portuarias Santafesinas) para transferir el gerenciamiento de la terminal. Luego de efectuar una auditoría durante 30 días para analizar a fondo la factibilidad del negocio los catalanes están dispuestos a sellar el convenio definitivo, pero ahora tropiezan con la intransigencia del ente administrador para completar la operación. El puerto santafesino fue privatizado hace tres años en una licitación internacional que se terminó dirimiendo entre operadores de cabotaje. El actual consecionario, TPS, del grupo Malvicino, asumió a principios de 2000 pero no alcanzó a cumplir con los objetivos de cargas que se habían propuesto en los pliegos de licitación. Al grupo Malvicino no lo ayudó el contexto económico, porque el derrumbe del gobierno delarruísta significó un duro golpe para toda la actividad portuaria nacional, pero también debió sobrellevar el aislamiento dentro de un actividad en la cual pesan mucho las estructuras logísticas y las posibilidades de integración a la hora de captar cargas. Atento a esta situación fue que el propio gobernador Carlos Reutemann hizo en su momento gestiones para que el grupo tarragonés analizara la posibilidad de algún tipo de intervención con el objetivo de establecer sinergias entre las terminales de Rosario y Santa Fe. Los catalanes estudiaron la factibilidad del negocio y concluyeron que la amalgama entre los dos puertos tiene grandes posibilidades, porque desarrollan actividades complementarias. Las instalaciones de Rosario están pensadas para ser un puerto multipropósito, con contenedores, cadena de frío y playa para automotores, mientras que el core business del capitalino pasa por el movimiento de granos, una actividad que en Rosario los tarragoneses no realizan. Si el traspaso se concreta, el puerto capitalino pasará a estar en manos de un grupo internacional, con todas las potencilidades que ello significa. Al firmar el preacuerdo de transferencia el 4 de febrero pasado, Luis Badía i Chancho, titular de Puerto de Tarragona, aseguró que "existe potencialidad en el puerto de Santa Fe para concretar los cupos de cargas previstos en los contratos en los plazos establecidos", y agregó: "Esta puede ser una experiencia importante. El éxito de la operación descansa en la acumulación de cargas concretas a despachar y en la disponibilidad de más barcazas para garantizar un mejor tránsito". Aunque todo estaría listo para darle el punto final a la operación, el Ente Administrador del Puerto de Santa Fe, que preside Ricardo Luján, parecería estar dispuesto a poner piedras a la operación, a partir de algunas cuestiones formales. La actitud de las autoridades del ente ya despertó inquietud entre los empresarios santafesinos que ven una oportunidad clara de reactivación. Lo peor del caso es que no parecen existir demasiadas alternativas para la terminal santafesina luego de dos concesiones prácticamente fallidas, la primera de las cuales terminó en medio de un escándalo. Con una fenomenal crisis de las cuentas públicas y el default, no parece atinado pensar que las instalaciones portuarias vuelvan a ser explotadas por el Estado ni puedan concitar el interés de nuevos inversores. Además, sorprende que el ente portuario capitalino haya mostrado una gran paciencia al tolerar los incumplimientos del contrato durante los últimos tres años y ahora asuma una posición tan cerrada. Pocos días antes de que trascendiera a la luz pública el acuerdo entre TPS y los catalanes, las autoridades del ente sacaron a ventilar un viejo proyecto para reconvertir la zona portuaria en un mini Puerto Madero y desplazar al puerto sobre el río Paraná, pero esa iniciativa requiere de una inversión mínima de 40 millones de dólares, algo que en la Argentina de hoy no se encuentran a la vuelta de la esquina. "Ahora que tenemos un operador serio en la puerta salimos a vender espejitos de colores. No sea cosa que se nos escape la tortuga", ironizó en off de record un referente empresario de la ciudad de Santa Fe.
| Las instalaciones pueden ir hacia manos internacionales. (Foto: Roberto Paroni) | | Ampliar Foto | | |
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