Año CXXXVI
 Nº 49.776
Rosario,
domingo  09 de
marzo de 2003
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Editorial
Fragmentación y gobernabilidad

Después del estallido de furia que se verificó durante fines de 2001 y principios de 2002 en la Argentina, cuando multitudinarias manifestaciones callejeras pusieron abrupto fin al mandato de dos presidentes, nada ha cambiado en el país en la medida que tales turbulentos días habían presagiado.
El panorama político a menos de dos meses de las elecciones presidenciales no exhibe, en efecto, las profundas modificaciones que tan tremendas jornadas hacían prever. Se confirma entonces, con escaso o nulo margen para las dudas, que en aquel momento se registró una contundente toma de posición colectiva en torno a aquello cuya continuidad no se deseaba, pero que no existía, en contraposición, una conciencia precisa del rumbo a seguir. Y muy raramente el paisaje que se observa a nivel cupular discrepa de modo sustancial con aquello que sucede en las bases. Y así, apenas se sabe, en el actual panorama de extendida incertidumbre, que quien tome las riendas de la Nación en escaso tiempo más lo hará con acotados porcentajes de consenso. En una crisis de la dimensión de la actual, dicha certeza resulta preocupante.
Ocurre que para extraer al país de la ciénaga que lo inmoviliza -signada por la constante alteración de presupuestos que deberían ser inmutables- se torna imprescindible el surgimiento de nuevos y sólidos liderazgos, sustentados en bases distintas de aquellas que históricamente han avalado los argentinos. Es decir, se necesitan conductores, sí, pero ajenos a los arraigados hábitos corporativos que corroen el corazón del sistema democrático y dan vuelo a otro mal demasiado extendido en nuestra República: la corrupción.
El desafío no es pequeño. El porvenir demanda partos inmediatos, que alumbren dirigentes ajenos a aquellos códigos que han conducido a todo un pueblo hacia los abismos más crueles e innecesarios. No existen, sin embargo, aprendizajes fáciles, si bien éstos se ven facilitados en el salvífico marco de la democracia. Las próximas elecciones constituyen una nueva oportunidad. Porque es en la profundización del debate cotidiano y en el resurgimiento de la participación popular a través de los partidos políticos que se encuentra la mayoría de las respuestas al dilema que agobia a los argentinos.


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