Quizás existan pocas cosas tan motivadoras como participar de una expedición de rescate en uno de los cerros más altos del mundo. En el techo de América se reúnen cada temporada miles de montañistas provenientes de todos los rincones del planeta para encontrarse cara a cara con la naturaleza. Estos se baten a duelo con ella y sólo una parte logra derrotarla cuando después de varias batallas se consigue el objetivo de llegar a la cima. El Aconcagua no es un cerro común. Además de ser el más alto de América (6.962 metros sobre el nivel mar), es considerado por su dificultad como el "pequeño" de 8.000 metros. Esto se debe a que las condiciones climáticas en Los Andes centrales, a igual altura, son mucho más severas que en la cadena del Himalaya.
La escasa humedad relativa y la baja presión (la flora deja de existir a los 3.300 metros) inciden en la presión de oxígeno disminuyéndola, a diferencia de lo que sucede en los cerros de mayor altura de la gigante cadena oriental (llegan a medir más de 8.000 metros) donde el clima no es tan seco (la flora deja de existir a los 5.000 metros).
Por lo tanto, el Aconcagua, montaña que queda en su totalidad en territorio argentino y no en la frontera con Chile como muchos extranjeros creen, es la meca de aventureros, expedicionarios o turistas de alta montaña. Uno de estos simples turistas era yo cuando corrían los primeros días del 2003 y me encontraba en este lugar privilegiado con mis amigos montañistas Mauro Volpatti y David Bergero.
Diariamente escuchábamos las diferentes historias como lo que había sucedido la semana anterior cuando habían bajado a un brasileño con los dedos congelados por haberse sacado los guantes en la cima para tomarse unas fotos. O también la de los tres venezolanos que años atrás intentaron subir por la pared sur (la de mayor dificultad técnica) y al caer un alud mató a dos y al restante le fracturó una pierna. Este último se comunicó con la patrulla de rescate por radio (solo lo podía rescatar si llegaba hasta la cima) y dijo: "Me faltan sólo cien metros para llegar pero con la pierna así se me hace imposible seguir. Quiero dejar un mensaje para mi familia: muero como yo quiero".
Historias de supervivencia
El Aconcagua tiene historias de supervivencia, de logros y fracasos, y una de ellas es la nuestra. Esta empieza una tarde mientras merendábamos en Plaza de Mulas (4.300 metros, base para el ascenso por la pared norte) y de pronto escuchamos por la radio que en La Canaleta (lugar con mucha dificultad técnica previo a la cima) se había caído una guatemalteca y que era de suma urgencia emprender el rescate. La patrulla oficial de la policía de Mendoza salió a las cuatro y media de la tarde de Nido de Cóndores (5.380 metros) y luego de encontrarla comenzó a descender. Era una noche sin luna y un rescate muy largo y duro, a lo que se sumó que las pilas de las linternas que la patrulla llevaba se fueron agotando. Todo ese entorno hacía del rescate una verdadera odisea. Fue justo a medianoche cuando se escuchó por la radio el pedido de voluntarios para hacer un relevo a los rescatadores que venían agobiados. A esa hora de la noche en Plaza de Mulas todos están durmiendo debido al intolerable frío que ronda los 20º bajo cero. Nosotros generalmente nos quedábamos despiertos aguantando las bajas temperaturas tan solo para poder disfrutar de aquel techo lleno de estrellas que no paraba de sorprendernos.
Fue en ese momento cuando decidimos tomar aquella responsabilidad y junto al único guardaparque que quedaba en el campamento empezamos a subir hasta Plaza Canadá (5.000 metros) para relevar a la patrulla. Aura Peralta, la guatemalteca a la que fuimos a rescatar había sufrido la fractura de dos costillas y un fuerte traumatismo de cadera. Venía bajando atada a un trineo con el cual se mantenía inmóvil. Producido el relevo, comenzamos a descender cargando el peso de la víctima por los vertiginosos y milimétricos caminos para retornar finalmente a Plaza de Mulas a las cuatro de la madrugada. Allí fue atendida por los médicos y luego, a las seis, llegó el helicóptero que la trasladó al hospital de Uspallata. Finalmente, los guardaparques nos comunicaron que se encontraba bien y fuera de peligro.
El Aconcagua tiene tres rutas oficiales. La más transitada es la que se encuentra en la pared norte del cerro cuyo campamento base es la conocida Plaza de Mulas. En otras laderas del gigante de América se ubican Plaza Francia (4.200 metros sobre el nivel del mar) sobre la imponente pared sur y Plaza Argentina (4.200 metros sobre el nivel del mar) en el camino que atraviesa el Glaciar de los Polacos. En esta temporada, atraídos por la devaluación, miles de visitantes han ingresado al parque provincial. No todos con la idea de hacer cima, sino también para realizar circuitos de trekking.