Isolda Baraldi / La Capital
Muchas son las teorías a la hora de desentrañar el porqué de una ruptura matrimonial o de pareja. Más allá de que cada pareja es un mundo y la decisión es resorte exclusivo de cada individuo, aparecen conductas que emparejan a las personas que atraviesan por esa circunstancia. Así, el psicoanalista y profesor de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) Jorge Besso reflexiona sobre las mismas, y aparecen como insoslayables la falta de tolerancia, compromiso y la violencia, entre otras causas comunes. -Hay un aumento considerable de separaciones matrimoniales. ¿Se lo puede atribuir a determinados factores o conductas comunes? -No manejo estadísticas pero daría la impresión de que aumentan las separaciones. Sobre todo si uno lo compara con 40 o 50 años atrás, cuando muy esporádicamente se oía hablar de rupturas de parejas. Entonces, la gente hipócritamente o no, toleraba mejor eso tan difícil que es la vida en matrimonio. Existía una idea de la familia mucho más sólida en todo sentido; los domingos eran muy de la familia, allí estaban los abuelos en la cabecera de la mesa y no depositados en un geriátrico. Todo ayudaba a que la idea del matrimonio estaba muy adentro de la familia, y eso contribuía a tolerar las dificultades. -Algunos sostienen que los matrimonios de hoy no toleran nada y ante la menor dificultad de pareja se separan. -Creo que la tolerancia es un valor con escaso prestigio, no es una práctica demasiado frecuente en estos días. Se confunde muchas veces con ceder y se concibe como algo no valorado y despreciado. Creo que no es así. A principios de siglo, un militar que fue director de la Universidad de La Plata, Agustín Alvarez, hablaba de la tolerancia como valor esencial. Y aquí resalto que era un militar de otro tiempo, lejos de los asesinos que tuvimos décadas después. Ese valor que entonces estaba tan alto, hoy no existe, y esto no ayuda para nada en una tarea tan difícil como es la construcción del matrimonio, donde la tolerancia es esencial. -Esta desvalorización de la tolerancia podría estar ligada a una falta de compromiso de los miembros de una pareja para asumir un proyecto en común. -Compromiso es una palabra muy fuerte, hay otra que también uso mucho y que es la capacidad de involucrarse. Indudablemente estos son tiempos donde no sólo respecto del amor sino en general no hay un compromiso para involucrarse. Es al revés, la idea que prima es la de involucrarse lo menos posible en todos los ámbitos de la vida. Evidentemente ha crecido una suerte de egoísmo generalizado y hasta justificado, pero es grave. -Según las estadísticas, los más propensos a la separación se ubican en la franja etarea de entre 25 a 30 años. ¿Indicaría esto cierta inmadurez? -Bueno, es posible. Pero hay que tener en cuenta, y es una obviedad, que la vida matrimonial, sobre todo cuando hay hijos, es francamente difícil. La pregunta sería porqué es tan difícil. Porque muchas veces las elecciones son altamente sintomáticas, la gente entiende por elección un acto medianamente consciente y lúcido, y se convence que la persona elegida es como ella quiere que sea. "Es lo que quiero de la vida y soy lo que el otro espera de mí en la vida". Cuando pasa el tiempo este razonamiento se cae a pedazos, porque han habido muchas atracciones que uno desconoce. En los momentos de separación se produce un clásico de siempre, la frase: "Antes no eras así", y la verdad es que ninguno de los dos sigue siendo igual. -¿Cuál es el lugar y el peso de los hijos a la hora de tomar la decisión de separarse? -Siempre tiene mucho peso. Tengamos en claro que el divorcio no es un objetivo en sí mismo. Eso sería una insensatez, más allá de que hable de cierto progreso para una sociedad. Sería un disparate que la gente saliera con pancartas que digan "Viva el divorcio", sería completamente ridículo. La separación siempre es dolorosa, aunque muchas veces necesaria porque se generan situaciones muy violentas que luego dejan secuelas graves en los hijos. -El problema de la violencia, incluso sin llegar a la física, también aparece cotidianamente en los matrimonios que se disuelven. -Esto es de toda la vida y hace exquisitamente a la cuestión de la pareja. Los psicoanalistas hablamos de transferencia, y aquí se podría decir que hay dos clases, la exclusivamente analítica que sucede entre paciente y su profesional; y la otra que llamamos transferencia salvaje, que es la que circula todos los días y en todos los órdenes de la vida. La relación entre alumno y profesor; la del empleado con el jefe, y obviamente en las formaciones de parejas. Esa transferencia se puede transformar en una carga muy pesada, que por otro lado es lo único que explica que haya tanta pasión y tanto odio. En las crisis de pareja se agiganta enormemente, y uno espera y reclama de la otra persona mucho más de lo que la otra persona puede dar. Echa culpa en cantidades infinitamente exageradas, es muy difícil que ante una crisis la persona se ponga a pensar primero ¿qué hice yo?. Más bien se hace una larga lista para culpabilizar al otro de problemas propios y ajenos. Hay una confusión permanente en creer tener la razón, con tener razones. Todos caemos en esto, todos tenemos razones pero de ahí a tener toda la razón hay mucha diferencia. Si pudiéramos asimilar esta diferencia tal vez se podría disminuir la carga y la violencia. -Es curioso porque todas estas cuestiones individuales como la falta de tolerancia, de compromiso, la violencia y echar la culpa al otro, parece que tienen su correlato casi inmediato con los comportamientos sociales. -Sí, creo que existe un correlato inmediato. Estamos en un momento terrible. Viviendo la versión más salvaje del capitalismo, una supresión absoluta de los valores, lo cambiamos por uno solo que es el dinero, y eso entorpece toda la vida de las personas.
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