Mar del Plata (enviado especial).- Fernando Meirelles se convirtió en la revelación del cine brasileño con su filme "Ciudad de Dios", que retrata las vidas de un pandillero y la de un chico que quiere un porvenir diferente al de la violencia. Rodada con actores no profesionales, en una favela de la zona de Río de Janeiro, la película es de la que más se habla por estos días en esta ciudad. El director no teme mostrar en forma casi directa la violencia, a la par que le da algunos toques de humor, y emplea la música como condimento indispensable en la vida de los chicos de la calle. El filme, que fue un éxito de taquilla en su país y que próximamente se estrenará en Argentina, transcurre entre los 70 y los 80, años del auge delictivo en la ya mítica Ciudad de Dios. -¿Cómo nació la idea de hacer "Ciudad de Dios"? -Un amigo mío leyó la novela de Paolo Lins, que creció en la Ciudad de Dios, una barriada muy cerca de Río de Janeiro. El me insistía en que la lea pero yo pensaba que no le iba a encontrar ningún interés hasta que lo hice, y me sentí atrapado por la forma en que contaba la historia. Esto era en el año 97. Me acuerdo que yo sentía que por lo que me contaba mi amigo, sólo se podía hacer una película de acción, y como a mí no me gusta ese tipo de películas, me negaba. -¿Te imaginabas un éxito como el que se produjo? -No, para nada, yo creía que era una pequeña película, pero en el Festival de Cannes me di cuenta de que algo pasaba. Fui una semana, y pensé que en dos días iba a terminar las entrevistas, pero no fue así. Al final me pasé toda la semana dando notas por la película. -¿Los brasileños la aceptaron igual? -Me parece que la película gustó, pero hubo algunos periodistas que me criticaron por el uso del humor al tratar un tema como el de la violencia de una pandilla en una favela. También criticaron la música. Yo estoy diametralmente en contra de esas críticas, porque comprobé cómo era la realidad del lugar filmando en el sitio. Antes de ir, tenía la impresión de que iba a ser un ambiente triste, por los temas que trata la película, pero después el rodaje nos demostró una cierta alegría, y un gusto por el baile y el humor en un contexto brutal. -¿No tuviste miedo de filmar en una favela? -No. Tiene sus reglas, por ejemplo, tenés que pedir permiso a una suerte de asociación de residentes del lugar, y ellos nos pidieron que la policía no intervenga. Cumplí sus deseos y pude filmar tranquilamente, trabajando con jóvenes y niños del lugar en los roles del filme. -¿Te costó más trabajo con esos actores no profesionales? -No, aunque es cierto que estuvimos cerca de un año preparándonos. Finalmente se formó algo muy importante, y está la idea de que estos chicos vuelvan a trabajar. De hecho, Leandro Firmino Da Hora, que en el filme interpreta a Ze Pequeño, está por actuar en una versión de Woyzeck. -¿Cuál es el hallazgo de tu película? -El punto de vista, que la historia sea contada desde adentro, desde la mirada de alguien que vive en Ciudad de Dios. Eso ya está en la novela, y siento que es lo que atrapa a quien se asoma a la historia. -¿Qué cambiaste de la novela? -El tiempo. Hice que los personajes se fuesen presentando de a uno, para unirlos después. Fue como darles una presentación que en el libro no está. -¿Qué dijo el público de tu país? -Es una película explicativa, didáctica si se quiere, que muestra a una parte del país lo que pasa en otra parte, pero desde el lado de adentro, no como uno la puede leer en los diarios. -¿Es pesimista? -No lo sé. Uno de los chicos logra cambiar su historia, pero después quedan los chicos metidos en la violencia, como que continúa.
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