Londres. - En números, midiendo la cantidad de fuerzas militares desplegadas en el golfo Pérsico, Gran Bretaña es apenas el hermano menor de EEUU. Pero quien quiera entender la verdadera idiosincrasia británica debe leer las novelas de James Bond, del escritor inglés Ian Fleming: el agente de la Agencia Central de Inteligencia de EEUU (CIA) Félix Leiter busca constantemente la confrontación, y sin la ayuda de su colega 007 se daría constantemente contra la pared. Conclusión: todo el dinero y la tecnología superior de los "yankees" no superan la prudencia y la decisión británica.
Pequeñas, pero de calidad: así ven los británicos a sus fuerzas de combate. Cuando el año pasado se peinaron las montañas de Afganistán en busca de los combatientes talibán que habían sobrevivido a los ataques norteamericanos, EEUU golpeó a la puerta de Londres y le pidió si no podía realizar esta tarea la famosa unidad de élite SAS. Legendarias son también las "ratas del desierto", que lucharon en la Segunda Guerra mundial contra el mariscal Rommel, y los "gurkhas" de Nepal, con su lema "Mejor muerto que cobarde".
Los británicos saben bien que EEUU, que gasta tanto dinero en armamentos como las siguientes 15 naciones militares más importantes juntas, no puede llevar a cabo solo la guerra en Irak. El compañero de armas británico tiene, sobre todo, un significado político. Preserva a EEUU de ir completamente solo a una guerra y brinda a George W. Bush la posibilidad de hablar de "aliados" en la guerra.
Ayuda militar imprescindible
Los británicos no tienen tampoco poca importancia militar. "Estamos tan comprometidos a esta altura, somos una parte tan firme, que sería muy difícil para los estadounidenses si nos retiramos ahora", dijo un oficial británico de alto rango en Kuwait al diario The Guardian. Casi da la sensación de que, ahora, los británicos quieren convertirse en imprescindibles a cualquier precio. Ofrecieron casi todo lo que tienen: la mayor flota tras la Guerra de Malvinas (16 barcos), un cuarto de su ejército (30.000 hombres) y más de 100 aviones.
Mientras que nadie duda de la eficacia de las unidades de élite, el resto de las fuerzas de combate tiene una fama menos rimbombante. Los soldados estadounidenses en Kuwait suelen bromear sobre su homólogos británicos porque constantemente deben pedir prestadas piezas de armamento. Hace un tiempo había tantos barcos anclados de la Royal Navy inutilizables, que el diario The Sun se quejó indignado en su portada de que dos barcos de guerra alemanes en el Canal de la Mancha tenían que defender las islas británicas. También llaman la atención pequeños problemas de orientación: el año pasado una unidad de marina fuertemente armada desembarcó en territorio de España en vez de en la colonia británica de Gibraltar, en el extremo sur de la península Ibérica.
De todas formas la moral de las tropas británicas es muy buena. Y, a diferencia de EEUU, la población británica asume mejor que en la guerra pueden producirse bajas. La postura es triste, pero inevitable. Ya el almirante Nelson tenía su ataúd, con su nombre grabado en la tapa, guardado en el camarote. (DPA)