Año CXXXVI
 Nº 49.775
Rosario,
sábado  08 de
marzo de 2003
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Salvan maíces autóctonos de la extinción y los venden con alto valor agregado
Productores catamarqueños impulsan un programa que apunta a conservar el material genético del cereal

Un grupo de pequeños productores agropecuarios en la zona de los Valles Calchaquíes en Catamarca, agrupados en el programa Cambio Rural del Inta, rescatan y conservan el material genético de las razas de maíces autóctonos de la zona, para luego elaborar y comercializar un producto diferenciado con un alto valor agregado. Los productores, la mayoría de escasos recursos económicos, promocionan los maíces autóctonos a través de las comidas y recetas tradicionales, adaptadas a cada particularidad social.
En el Distrito San José, departamento Santa María, a 2000 metros sobre el nivel del mar, con un clima cálido con extremados rasgos de aridez, una temperatura media de 15º, una precipitación anual de 225 ml; los productores agropecuarios trabajan asesorados por el ingeniero agrónomo Juan Antonio Caseres, del Inta EER-Catamarca. "El objetivo es rescatar de la extinción y conservar un alimento importante como el maíz, que acompañó a los lugareños desde la época de los aborígenes y que en la actualidad ha perdido algunas razas y otras sólo se producen para autoconsumo y que -sin interés económico- serán reemplazados con el paso del tiempo y desaparecerán como ya ocurrió con un sinnúmero de especies", explicó Caseres.
El proyecto de producción comercial de maíces andinos argentinos, especificó el experto, surge y se concreta debido a la necesidad de los productores de realizar una alternativa distinta en la producción para obtener mejoras en los precios obtenidos por sus productos. A esto se suma el interés del Programa de Agronegocios y Alimento, como de la Cátedra de Botánica ambos de la Facultad de Agronomía de la UBA, por rescatar y conservar el material genético de las razas de los maíces autóctonos de la zona. También la colaboración de la Asociación Slow Food, de origen Italiano, que apoya económicamente a proyectos relacionados al rescate de culturas y sabores artesanales. "Se promueve una nueva cultura del placer basada en la lentitud, el conocimiento, la hospitalidad y la solidaridad, como una respuesta a los efectos degradantes de la cultura de la comida industrial, el fast food", agregó el ingeniero agrónomo.
En este momento, los productores que comenzaron organizados a través de un grupo, ya se encuentran constituidos como una asociación civil denominada Productores de Maíces Andinos Argentinos, que cuenta con los instrumentos jurídicos y prevé tener toda la documentación exigida para la venta del producto en el transcurso de la campaña, que se iniciará en mayo. "El proyecto estima que se aportará al pequeño productor un margen importante en sus ganancias debido a que el maíz es un cultivo que no demanda mayores inversiones lo que redundará en mejoras en calidad de vida para todo el núcleo familiar", consideró el especialista del Inta.
En el Departamento Santa María, alrededor del 70 por ciento de las familias sobreviven de los ingresos producidos de la actividad agropecuaria, en decadencia desde hace varios años. Por otra parte, el proyecto permitirá que se multiplique y conserve el material genético in-situ de maíces de excelente calidad que presenten usos comerciales, evitando otros tipos de conservaciones costosas.
El aspecto comercial, siempre de difícil resolución, se vio allanado al contar con el asesoramiento en la difusión del producto y la búsqueda del mercado por la Cátedra de Agronegocios de la UBA (Universidad de Buenos Aires) y la relación con la Asociación italiana Slow Food.
Iniciado en mayo del 2002, en un primer momento se trabajó con la selección de los maíces a usarse para semillas y luego para la venta. A los pocos meses participó -a través de la Cátedra de Agronegocios de la UBA- con el producto y todo su proceso en cuatro presentaciones (maíz capia pelado, maíz amarillo socorro pelado, maíz blanco criollo pelado y harina de maíz amarillo para tamales), respondiendo a una convocatoria realizada por la Asociación Slow Food en el salón del gusto, Turín, Italia.
Ante la aceptación y la demanda del mercado europeo, donde se colocó toda la mercadería enviada a muy buen precio, los productores asociados prevén con el producido de esta campaña la compra de pequeñas maquinarias y adecuar instalaciones para realizar todo el proceso industrial en el lugar de origen.


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