Año CXXXVI
 Nº 49.774
Rosario,
viernes  07 de
marzo de 2003
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Los reality shows para elegir figuras de la canción despiertan dudas
La televisión se convirtió en una voraz fábrica de ídolos musicales
"Operación triunfo" y "Escalera a la fama" renuevan la polémica sobre si existe una fórmula para el éxito

U. G. Mauro / La Capital

Bandana, Mambrú, Paolo y Ktrask son algunos de los nombres que surgieron de esas curiosas mezclas de reality shows y concurso de canto, que bajo la forma de programas como "Popstars", "Camino a la fama", "La banda de Cantaniño" o los más recientes "Operación Triunfo", "Escalera a la fama" y "Generación pop", constituyen la última moda de la TV.
Estos ciclos, que con ligeras variantes repiten exitosas y redituables fórmulas creadas en Estados Unidos o Europa convocan a una numerosa audiencia y también a miles de aspirantes atraídos por la posibilidad de canalizar una vocacion, acceder a un mejor futuro económico o a esos "quince minutos de fama que toda persona merece", según decía Andy Warhol.
Tal poder de convocatoria y sus resultados llevan a reflexionar sobre la legitimidad de los vertiginosos accesos a la popularidad de estos artistas, vértigo contrapuesto a la consigna de "hacerse desde abajo", y renueva la discusión sobre los "productos" musicales fabricados con criterio "industrial" y su, por lo menos dudosa, calidad.
Temas como la verdadera trascendencia de estos artistas y su obra, o los nexos que hoy se establecen entre ámbitos como la televisión y las grabadoras también alimentan el debate.
Acérrimo opositor a la "industrialización de la cultura", Cristián Hernández Larguía, cree que "estos programas son expresiones extremas de algo ya conocido", y con indisimulable indignación, asegura: "Hoy todo parece resolverse a través de los medios de comunicación. Lo que antes era propaganda, publicidad, hoy se exacerbó con el marketing".
Tras calificar como "seudoartistas" a Luis Miguel y a Soledad, y como un caso de "verdadero bestialismo musical" a Palito Ortega, el director dijo a La Capital que "salvo unos pocos, todos son impuestos por la presión de la alianza entre las discográficas y la televisión".
Asimismo, Hernández Larguía cuestionó luego la metodología de los certámenes que buscan talentos por TV. "No descarto que algún artista valga la pena, pero a la gente joven se la maneja mucho y si se la rechaza queda anulada cuando quizás podrían haber sido, bien orientados, buenos elementos", consideró el director del Pro Música de Rosario, para quien "lo más importante de una vocación artística reside en la autenticidad, el estudio y, por sobre todo, la paciencia. Los grandes artistas crecen en forma pausada, estudiando y experimentando y por eso creo que no es bueno empezar triunfando".
Desde otra posición, el animador Alberto J. Llorente, promotor de figuras de la música desde los años 60, cree que "las discográficas hacen con Mambrú, Bandana y estos certámenes, un negocio grande y eficiente", aunque aclaró: "Si en algo se diferencian el ayer y el hoy es en que antes los fenómenos eran discográficos y después pasaban a la TV, al revés que ahora".
Llorente aseguró que un determinante del éxito de estos programas y sus artistas es el marketing. "También lo es el aceitado y correctamente enfocado mecanismo con el que trabajan", señaló el creador de "El show de A.J.". Con todo, no pudo ocultar las dudas que le despierta el fenómeno: "No sé si esos chicos podrán perdurar en el tiempo ni llegar a ser ídolos. Todo indica que son productos elaborados para durar un tiempo y nada más".
El cantante y compositor Fabián Gallardo, quien se desempeñó como productor de una discográfica multinacional, comentó que la aparición de grupos como Bandana y Mambrú "es una movida muy inteligente de las productoras de televisión y muy beneficiosa para las discográficas, que se encuentran con todo armado para grabar discos que se van a vender".
Para Gallardo especular sobre si los ganadores de los concursos televisivos van a tener trascendencia requiere tiempo. "De esos programas puede salir gente muy buena y talentosa ¿por qué no?", se preguntó el autor de "Los días por vivir", y agregó: "Que los chicos salteen alguna etapa hace que se pierdan la experiencia de cantar en los bares y sufrir antes de llegar a un escenario. Ahí es donde uno el que ve cómo reacciona la gente y cambia lo que es necesario cambiar. Aquí, en cambio, termina el programa y pasan derecho al Gran Rex de Buenos Aires".
Christian Smamo, encargado de las relaciones entre las productoras televisivas y el sello discográfico BMG, indicó que "de los artistas que salen de programas como «Popstars» y otros perdurarán los que tengan peso y puedan desarrollar una carrera propia", y vaticinó que "una vez que todo esto sature a la gente vamos a volver a las fuentes" .
Smamo considera que el momento clave de la carrera de estos músicos "llega cuando les sueltan la mano. Desde ese momento ellos también deben crecer solos, como cualquier otro artista", y enfatizó que "en los programas de este tipo a los concursantes se les dice que para llegar van a tener que trabajar. Ninguno es elegido por sus condiciones naturales sino por lo que van logrando".
"Todo el mundo sabe ya qué pienso sobre estas cuestiones: no me gustan. Yo sigo creyendo que el secreto está en trabajar duramente", aseguró contundente Juan Carlos Baglietto. "Esto que digo no significa tampoco que yo crea en la necesidad de que un artista deba desarrollar su carrera con una visión masoquista, marcada por el sufrimiento permanente. Hablo solamente de trabajo, empeño..."
Finalmente, el padre fundador de la Trova Rosarina sentenció: "Ocurre que estos programas pueden representar para quien allí se presenta una buena oportunidad y, al fin y al cabo, cada cual puede hacer con su carrera lo que le parezca. De última, encontrar la felicidad en esta vida, también es una buena opción".



La televisión crea ídolos a través de un casting.
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