La triste agonía de Venecia puede dar paso a una nueva juventud con el inicio de las obras del proyecto Moisés para proteger la ciudad-joya de las "supermareas" del mar Adriático, que la inundan un día de cada cuatro, por termino medio, y han provocado un éxodo de población en las últimas décadas.
Después de la tremenda inundación de 1966, el gobierno de turno repitió "nunca más", pero los debates y polémicas sobre cada proyecto de salvamento han consumido casi cuarenta años.
El proyecto Moisés, vencedor de un concurso internacional en 1992, es un sistema de barreras invisibles que, a diferencia de los diques fijos, no resulta molesto a la vista ni disminuye la circulación natural del agua, necesaria para mantener viva la laguna en cuyo centro se alza -o más bien se hunde- la ciudad de Venecia.
El acrónimo del "Módulo Sperimentale Elettromeccanico" (Mose), es el nombre en italiano de Moisés: el niño salvado de las aguas del Nilo en una cesta de mimbre y que, de mayor, separó las aguas del mar Rojo en el episodio más espectacular del Exodo del pueblo judío hacia la Tierra Prometida.
El ingenio mecánico que salvará Venecia consiste en largas hileras de compuertas que permanecen en reposo sobre el fondo en las tres bocas de la laguna de la ciudad.
Cuando la marea sube un metro por encima de la pleamar normal -cosa que está sucediendo unas cien veces al año-, se inyecta aire comprimido dentro de las compuertas para expulsar el agua que mantienen en su interior.
A medida que ganan flotabilidad, giran sobre una bisagra de la base en un movimiento similar al de un puente levadizo y salen a la superficie como una barrera que surge de las aguas y separará la laguna del Adriático, impidiendo el avance de las mareas "superaltas" sobre la isla de Venecia.
Una obra de 2.300 millones de euros
Al margen del delirio de grandeza en la elección del nombre, lo cierto es que el proyecto Moisés, con un costo de 2.300 millones de euros (cifra casi similar en dólares), es una empresa ingenieril de marca mayor, que requerirá siete años de trabajo a partir del momento en que el jefe del Gobierno, Silvio Berlusconi, ponga la primera piedra o arranque la primera palada de arena dentro de un par de semanas.
El comienzo de las obras se ha retrasado once años y Berlusconi quiere iniciarlas personalmente para manifestar ante Italia y el mundo su compromiso de terminarlas en el tiempo previsto.
La construcción de la barrera móvil no suplanta en modo alguno los proyectos en curso para proteger las zonas más castigadas por el "agua alta", como la plaza de San Marcos, donde se ha realzado el pavimento frente al canal -a modo de dique disimulado, pero feo- y se está construyendo un nuevo drenaje que agilizará la salida del agua.
También se están elevando discretamente kilómetros de acera en todos los barrios, pero como defensa de la pleamar normal. Frente a las "supermareas", la única esperanza es el Moisés. (Télam)