| | Panorama político Demasiado bondadoso
| Darío Del Arco
Excesivo. Así sonó para muchos el mensaje que el presidente Eduardo Duhalde desgranó ante la Asamblea Legislativa. Envalentonado por algunos indicadores, el jefe del Estado hizo un prolijo repaso de su gestión, "infló" los supuestos beneficios de algunas políticas y dejó la sensación de que la Argentina está más cerca de ser un país potencia que una descalabrada Nación que pugna por salir de su más profunda crisis. "Hoy, somos consultados, respetados y, en muchos casos, protagonistas en el plano internacional", exageró el mandatario, en el convencimiento de que le dejará al próximo presidente un camino asfaltado para volver a colocar a la Argentina en los primeros lugares del mundo. Faltó en el discurso una autocrítica madura de hechos oficiales que conmovieron a los argentinos y nada se dijo respecto de cómo transitará la República temas ásperos vinculados, por ejemplo, con la crucial renegociación de la deuda, tras la celebrada declaración del default. Es verdad que, en algunos planos, Duhalde dejará el país bastante mejor de lo que lo recibió. Es verdad que su mandato evitó posibles mayores males para la Nación y que la Argentina no cayó en una anarquía con miles de muertos, como vaticinaban hace un año algunos informes desde el exterior. Pero, eso no es suficiente como para pintar un cuadro tan optimista de la aún vapuleada Argentina, todavía más cerca de la cornisa que de la cumbre. "A catorce meses del derrumbe, la Argentina ya no se encamina hacia la disolución...sus instituciones están fortalecidas, su economía está recuperada y está inserta nuevamente en el mundo", regó Duhalde de optimismo a diputados y senadores, sin mencionar los chicos muertos por desnutrición, los que van a la escuela sólo para comer, los casi 4 millones y medio de argentinos con problemas de empleo o los que caen bajo las balas de la inseguridad. Es obvio -cabe resaltar- que esos no son problemas generados por la gestión Duhalde, pero no parece ser motivo suficiente como para excluirlos de un balance ante una Asamblea, o bien intentar blindar la cuestión bajo el escudo protector de la frase "si no he hecho más es porque no he podido". Así, Duhalde sumó en su discurso autoelogios para el modo con que el gobierno negoció con el FMI -habló de firme actitud de Argentina de no aceptar condiciones- aseguró que "todos los días" se abre una fábrica o empresa en el país para dar trabajo y resaltó el despegue de algunos sectores tras la polémica y desprolija devaluación, con la que sacudió a los argentinos no bien asumió el poder. Para no pocos, fue un discurso "alejado" de las percepciones reales que hoy tienen muchos argentinos, descreídos no sólo de las supuestas bondades de la gestión oficial, sino también crítica de la actual dirigencia política. Durante el repaso, Duhalde metió su bocadillo político. Dijo que "el país avanza hacia las elecciones del 27 de abril como muestra de que la democracia está a salvo" y repartió elogios, sin nombrarlos, para Carlos Ruckauf y Daniel Scioli, el compañero de fórmula del candidato oficial, Néstor Kirchner. Tal vez pensando en el rol que los gobernadores peronistas jugarán en las próximas elecciones, agradeció la ayuda de los mandatarios, recordó los 14 puntos oportunamente firmados y, tal vez generosamente, sentenció: "Los gobernadores han cumplido, yo cumplí y juntos estamos sacando adelante la República". Un discurso optimista -tal vez excesivamente- en una semana en la que, como en otras ocasiones, el gobierno tuvo que invertir mucha energía en temas locales. La posible redolarización de los depósitos por parte de la Corte Suprema de Justicia, volvió a despertar alertas en el oficialismo -como ya lo había hecho en diciembre- y puso en guardia hasta el propio presidente. "Hay una tentación muy grande, de parte del Poder Judicial de gobernar, ellos (los jueces) quieren gobernar", se lanzó Duhalde en lo que pareció un "replay" de la lucha frontal que infructuosamente el mandatario lanzó contra los integrantes de la Corte no bien se calzó la banda. Pero no fue el único hecho que inquietó a los funcionarios. La medida cautelar que volvió a parar el aumento de las tarifas sacó de quicio a más de un integrante del gabinete que aún no logra explicarse cómo el gobierno no ha podido cumplir con la ejecución de ese decreto de necesidad y urgencia que Duhalde alumbró para mostrar en Davos, en el mes de enero, ante lo más granado de los economistas, empresarios y banqueros. El "stop" que la Justicia le puso al aumento de tarifas -un 9 para la luz y un 7 para el gas- también dejó al gobierno en situación incómoda ante la misión del FMI que se fue de la Argentina con el aumento en marcha y se enteró, casi en vuelo, de la traba judicial. El aumento de tarifas es uno de los puntos acordados por el ministro Roberto Lavagna con el FMI, a pesar de las desmentidas oficiales y de la supuesta dureza -como dijo ayer el presidente- con que el Ejecutivo negoció con el organismo internacional. Y, las modificaciones de los acuerdos logrados con el Fondo por interferencias judiciales, preocupa al oficialismo, a pesar del estímulo verbal que el embajador en Estados Unidos, Eduardo Amadeo, cosechó para su jefe de boca del propio George W. Bush. "El presidente Duhalde ha hecho un gran trabajo", dijo el americano, sin recordar, obviamente, las trabas que desde la Casa Blanca partieron casi en forma sistemática, a la hora de hablar de un acuerdo con el FMI. En este marco, el día de la semana más distendido para Duhalde parece haber sido el martes. Allí, Néstor Kirchner presentó a Daniel Scioli como compañero de fórmula, con la satisfacción plena del jefe del Estado. Duhalde siempre nombró a Scioli entre los posibles copilotos del santacruceño porque las encuestas -de las que es adicto- le mostraban al secretario de Turismo como el hombre capaz de captar el voto donde Kirchner no llega. La unción de Scioli, la elección de Gustavo Gutiérrez por parte del ARI de Carrió, el lanzamiento de la fórmula Leopoldo Moreau-Losada y algunos movimientos finales en la izquierda dejan conformado el escenario con vista al 27 de abril, fecha electoral que sólo podría ser modificada -¿hay margen interno o externo?- por la Justicia. La semana que comienza, encontrará al gobierno de Duhalde enfrascado en la pelea electoral, a la espera del fallo de la Corte por la redolarización, en medio de la batalla con las empresas ferroviarias, bajo los efectos amenazantes de los hombres del campo y con los bancos a la espera de saber a qué cifra ascenderá la propuesta de economía para compensarlos por la devaluación. No parece poca cosa. No parecen pocos frentes.
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