Gustavo Yarroch
A las aspiraciones futboleras hay que respaldarlas dentro de la cancha. Los antecedentes, se sabe, tienen un valor más referencial que tangible. Córdoba lo sabe mejor que nadie. Porque antes del inicio de la segunda fase, muchos lo consideraban como uno de los más firmes candidatos a conseguir uno de los dos ascensos en juego. Pero después de su desteñida actuación de ayer ante Morón, lo más aconsejable sería pisar el freno y atemperar los ánimos triunfalistas. Los charrúas jugaron como un equipo de mitad de tabla para Abajo y perdieron de manera inobjetable, al margen de la estrechez del resultado. Es cierto: Córdoba pudo haber empatado el partido con aquel penal que Peratta le atajó a Calabrese allá por los 31 minutos de la etapa final. En ese caso, sólo hubiera variado el resultado, porque conceptualmente los charrúas dejaron poco y nada para rescatar. Córdoba cometió desatenciones difíciles de entender en defensa. El segundo gol de Morón, por caso, llegó después de un saque de arco de Peratta. La pelota picó, burló la salida en falso de Valiente y Akerman -un ex salaíto, como para potenciar la bronca charrúa- y sometió de De Lemos. Y en el tercero, Mercier y Spíndola llegaron al área con tanta facilidad que el gol del lateral pudo adivinarse antes del remate que venció la resistencia del arquero de Tablada. En la apertura, en cambio, más como una falla propia hubo un gran mérito de Seccafien, quien la clavó en un ángulo después de un enganche en la puerta del área. El mediocampo charrúa adoleció de consistencia para obstruir el juego rival y de frescura en la elaboración. Para colmo, los rendimientos individuales fueron más bien bajos. Santos exhibió sus limitaciones a la hora de pasar al ataque, Cárdenas hizo el golazo del 2 a 1 y punto, Petrovelli disimuló con su palomita voladora su escaso aporte para la causa, Guffanti pasó prácticamente desapercibido y Calabrese apenas si acertó en el centro del segundo gol. Los hinchas de Morón que habían llegado a la cancha con el silencio de quien interiormente espera un nuevo cachetazo, se fueron gritando fuerte por esa victoria acaso impensada. Y se preguntaban, incrédulos, si ese Central Córdoba que acababan de ver era el mismo que en algún momento le metió miedo a los hijos y entenados de la categoría.
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