Año CXXXVI
 Nº 49.765
Rosario,
miércoles  26 de
febrero de 2003
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El cómico italiano murió a los 82 años tras luchar seis meses contra el cáncer
Adiós a Alberto Sordi, el actor que reflejó el espíritu de un país entero
El autor y director creó personajes inolvidables que desnudaron el costado ridículo de la sociedad

Carola Frentzen - Especial/La Capital

Alberto Sordi, uno de los últimos monstruos sagrados del cine italiano, murió el lunes a la noche en su casa de Roma, a los 82 años, después de una batalla de seis meses contra el cáncer. Su hermana estaba a su lado. El actor, autor y director era, para los italianos, "Albertone Nazionale". Desde hace más de 50 años Sordi encarnaba en sus películas al hombre común de la calle. En sus papeles reflejaba las virtudes y defectos de la Italia de posguerra de manera graciosa y creíble.
El funeral del cómico se realizará mañana en la basílica de San Juan de Letrán, que tiene una cuádruple capacidad con respecto a la iglesia de los Artistas de la Plaza del Pueblo, inicialmente prevista para la ceremonia. Acto seguido se celebrará en la inmensa plaza de la basílica el homenaje de la ciudadanía con la participación de colegas y amigos.
A pesar de que el actor nunca alcanzó en el exterior la fama de colegas como Marcello Mastroianni o Sophia Loren, en su país natal es considerado uno de los representantes más importantes del cine italiano.
Después de que la televisión italiana difundiera la noticia de la muerte del actor, cientos de fans se acercaron a su residencia en la Via Appia y sembraron el terreno de flores rojas y amarillas, los colores de la ciudad eterna. Sordi era uno de los romanos más auténticos. Hablaba el dialecto romano y fue fiel a su ciudad natal toda su vida.
La televisión italiana lo calificó de "el último símbolo de Roma". Una de sus actuaciones inolvidables fue en la película "Un americano en Roma" (1954), en la que se abalanza sobre un plato de pasta. La foto sigue adornando hoy en día las paredes de muchos restaurantes italianos.
El actor supo imponer su personaje a la vez simple y perverso, ingenuo e interesado. Sordi hacía reír y lograba la hazaña de tornar conmovedores los personajes de frustrados, mediocres y hasta fanfarrones.
Con variedad de nombres y trajes, expuso siempre el costado satírico de la sociedad, con un registro de comedia negra que rescató la mejor escuela de cine italiano llevándola al terreno del humor.
Nacido el 15 de junio de 1920 en Roma, de padres docentes, integró a los diez años el coro de la Capilla Sixtina. Criado en el seno de una familia profundamente católica, Sordi descubrió su vocación de actor siendo monaguillo en Santa María del Trastevere, su barrio de infancia.
A los 14 años ganó un concurso que lo llevó a doblar la voz de Oliver Hardy, y con el paso del tiempo el joven Sordi empezó a trabajar en teatro y luego en radio. Su primer contrato en el cine fue para un pequeño papel en "La princesa Tarakanova", en 1938, pero fue solamente en 1951 que empezó su fulgurante carrera cinematográfica con "El jeque blanco", de Federico Fellini.
Sin embargo hubo que esperar hasta mediados de los años 70 para que Sordi fuera reconocido fuera de Italia. El actor rechazó todas las propuestas que recibió de cineastas del mundo entero. "Soy italiano y sólo hago personajes italianos, hombres que conozco y que puedo hacer conocer", decía.
Así, encarnando al italiano medio, filmó más de 150 películas, gran parte de ellas comedias. La mayoría de sus mejores filmes son de principios de los 60: "La gran guerra", de Mario Monicelli; "Todos a casa", de Luigi Comencini; "Vida difícil", de Dino Risi; "El especulador", de Vittorio de Sica, o "Il maestro di Vigevano", de Elio Petri. Con Fellini trabajó en "Los inútiles" (1953) y "Roma" (1971).
A partir de 1966 pasó al otro lado de la cámara y dirigió 18 películas. Actor y cineasta, Alberto Sordi se definía ante todo como "autor", colaboraba en los guiones de las películas en las que actuaba y escribía los de las que dirigía.
Entre los numerosos galardones que recibió a lo largo de su trayectoria figuran un Oso de Plata como mejor actor en el Festival de Cine de Berlín en 1972, un Globo de Oro por su papel en "El diablo", de 1964, y el León de Oro a toda una carrera que le entregó el Festival de Venecia en 1995.
Cuando cumplió 80 años, el 15 de junio de 2000, recibió en Roma una distinción especial. En la Plaza del Capitolio, delante de la alcaldía de Roma, pudo oficiar durante un día de alcalde de la ciudad eterna.
Soltero empedernido, Sordi fue muy criticado en el plano personal, siendo acusado de ser cínico y egoísta. Mujeriego de oficio, hizo de la soltería un culto. Su relación con las mujeres tuvo un bautismo de gloria: a los 15 años formaba parte de una compañía de 42 coristas. "Un verdadero paraíso terrestre", dijo años después.
El actor vivió por décadas en una mansión con dos tías, respetando las mismas amistades, el mismo sastre y los mismos dos cafés durante el desayuno. Muertas sus tías, algunas mujeres mucho más jóvenes comenzaron a hacerle eventual compañía.
En su última película, "Incontri Proibiti" ("Encuentros prohibidos"), de 1998, interpretó a un vagabundo septuagenario que no podía ser atrapado por una bellísima y joven mujer. El actor pasó por la Argentina para presentar este filme en el Festival de Cine de Mar del Plata.



Sordi rodó más de 150 filmes, entre ellos "Los inútiles".
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