Lucas Ameriso / La Capital
Empalme Graneros asiste por estos días a un fenómeno con ribetes insólitos. Muchas familias han decidido contratar, cada vez que deben abandonar sus hogares debido a un acontecimiento social, a sus propios vecinos para custodiar sus viviendas. "Acá los choros te marcan la casa, dan vueltas alrededor y si ven que no dejaste a nadie, cuando regresás fuiste, no encontrás nada", aseguran los vecinalistas en Juan José Paso al 2400. Y los cuidacasas son una consecuencia directa de la inseguridad. No pertenecen a ninguna agencia de vigilancia privada, ni están armados, pero resultan imprescindibles para muchos. Por 20 pesos la estadía se instalan en los livings ya sea de día o de noche y ante cualquier movimiento sospechoso no dudan en llamar a la policía. Antonio Noielli nunca se imaginó que encontraría una alternativa laboral a tan pocas cuadras de su casa. El hombre de 52 años comenzó cuidándole la casa a su vecina Haydeé Basualdo, justo medianera de por medio con su propio domicilio de Larrea al 700 bis, pero ahora incluso debe acudir a algún conocido cuando no puede absorber el trabajo solo. "Cobro una pensión graciable y ahora ocupo mi tiempo libre cuidando las casas de los vecinos, porque no se animan de dejarlas solas", contó a La Capital. Cada cumpleaños, bautismo, casamiento o acontecimiento social que aleje a una familia de su hogar hace que Antonio se transforme en la persona indicada para custodiar los bienes. "Enseguida me vienen a buscar. Yo me quedo en la casa hasta la hora en que todos regresan, me dejan la comida y arreglo por 15 o 20 pesos la estadía", comenta, para reconocer que "últimamente tengo un montón de trabajo". Como Noielli existen al menos tres personas más que en Empalme Graneros se ganaron la confianza de sus vecinos para realizar esta tarea. "Si me avisan con tiempo, me puedo acomodar, pero a veces le tengo que recomendar a otra persona. La gente sabe que si tiene que asistir a una boda o ausentarse una semana por cualquier motivo, ya sea vacaciones o una visita a un pariente, acuden a mí", explica. A su lado, varios vecinos asisten a la charla y aseguran que Noielli fundó el sindicato de cuidacasas, por resultar pionero en el barrio. "Empalme ha cambiado mucho, ya no se puede salir ni dejar nada abierto, porque enseguida se te meten. Están a la expectativa esperando, apuntan las casas que están solas sea de día o de noche", continúa, para resaltar que con su presencia en el interior de una vivienda "saben que está vigilada". Sabe que debe prender las luces, mostrar actividad en el interior y tener el teléfono cerca ante cualquier movimiento extraño que vea en la calle. Carlos Delgado tiene 44 años y hace cuatro se quedó sin trabajo cuando lo desvincularon de una empresa metalúrgica. Ahora cuida una distribuidora y una carnicería a pocas cuadras de Juan José Paso al 2500. El rebusque le significa unos 12 pesos diarios que los complementa con algunas changas que saca como cuidacasas. "Mi trabajo es en base a la confianza, acá todos nos criamos en este barrio y la gente me conoce", comenta, para revelar un gaje de su oficio: hace unas cuatro semanas tres sujetos fueron a asaltar la distribuidora y se ligó un culatazo en la cabeza que todavía recuerda. "No tengo armas de fuego encima, pero no tengo miedo", asegura Delgado, quien también cobra entre 15 y 20 pesos por estadía en una casa de familia, un dinero que le alcanza para vivir. Ya van varias veces que los vecinos lo buscan cuando surge un compromiso social. "El que me busca sabe perfectamente que yo entro en su casa y no les toco nada, me dejan algo de comer o me dicen qué hay para picar en la heladera y ahí me quedo despierto toda la noche hasta que la familia vuelve", resaltó. En la zona se instaló una suerte de paranoia colectiva. La desconfianza es moneda corriente y nadie sabe cuándo les va a tocar ser víctimas de algún robo. "Ante cualquier sospechoso que veo dando vueltas o alguna cara extraña que marca la cuadra, agarro el teléfono y llamo enseguida al comando radioeléctrico", afirma Delgado. A su lado, el presidente de la vecinal Empalme Graneros, Osvaldo Ortolani, cuenta un episodio que resume el nivel de tensión que sufre el barrio. "Hace unas semanas a un matrimonio del barrio Toba le internaron su bebé en el hospital, por lo que ambos debieron ausentarse de su casa unos días. Cuando volvieron no les habían quedado ni la chapa ni los tirantes", remató el vecinalista.
|  Noielli y Delgado tienen a su cargo una tarea insólita. (Foto: Enrique Rodríguez) |  | Ampliar Foto |  |  | Notas
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