Año CXXXVI
 Nº 49.764
Rosario,
martes  25 de
febrero de 2003
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Las actuaciones justificaron el montaje de la ceremonia
Los shows de los Grammy 2003 le apostaron a la nostalgia
En el escenario se destacaron los homenajes a los Bee Gees y a los Clash y el regreso de Simon & Garfunkel

Lo único que se podrá recordar de esta pobre 45ª entrega de los Grammy son algunas de las actuaciones en vivo. La apertura con Simon & Garfunkel, por ejemplo, con una conmovedora versión acústica de "Los sonidos del silencio", fue un gran golpe de efecto nostálgico, más teniendo en cuenta que era la primera presentación pública del legendario dúo en diez años.
Otros que eligieron versiones tranquilas y acertaron fueron Norah Jones, que se lució con su voz sentada al piano; el cantautor John Mayer, una promesa que se acompañó sólo de guitarra acústica y el veterano James Taylor, que se dio el lujo de cantar al lado del famoso chelista clásico Yo-Yo Ma.
A las puestas rockeras les faltó vigor, por no decir calidad. No Doubt hizo lo suyo, con un popurrí de sus últimos hits, apoyándose en el carisma de Gwen Stefani. Pero ni la envidiable escena de la cantante pudo disimular la flojera en vivo de la banda. Lo de Avril Lavigne fue muchísimo peor. Su voz aguda sonó pequeñísima en comparación a la pretendida energía punk de su grupo. Para colmo, la puesta abusó de una iluminación que simulaba efectos explosivos, como si se tratara de la actuación de una banda de heavy metal en los años ochenta.
El único que pudo salvar el honor rockero fue Bruce Springsteen, junto a la infalible E Street Band. Lástima que, teniendo tantas canciones buenas para elegir de entre su último disco, optaron por repetir "The Rising", el mismo tema que tocaron en la apertura de los premios MTV. Otros que brillaron fueron los ingleses de Coldplay, que se lucieron con una versión torturada de "Politik", junto a la Filarmónica de Nueva York.
El hip hop estuvo presente en sus dos vertientes y las diferencias se notaron más que nunca. Primero apareció Nelly, que descendió desde el techo del Madison, en la puesta más hollywoodense de la noche, con su rap blando y amigable, y su parafernalia de chicas calientes en escena. Después llegó el turno de Eminem, que no sonrió en toda la noche y dejó como regalo una versión aplastante y sin censura de "Lose Yourself", de la banda de sonido de la película "8 Mile: Calle de las ilusiones".
El country y el rhythm & blues también tuvieron su espacio en vivo, pero con shows insulsos y aburridos, desde las Dixie Chicks y Faith Hill hasta la morena Ashanti, que quedó envuelta en un número viejo, muy poco original, con chicos de diferentes razas cantando sobre el escenario, al peor estilo Michael Jackson.
Tal vez lo mejor de la noche haya pasado por los homenajes. Los •NSync repasaron a capella, a pura voz, un popurrí de hits de los Bee Gees, que fueron premiados con un Grammy honorario. Los mismos Barry y Robin Gibb felicitaron desde el escenario a los ya crecidos adolescentes por su actuación.
La gran sorpresa, sin embargo, llegó cuando al final se juntaron las voces de Bruce Springsteen, Elvis Costello, Dave Grohl y Steve Van Zandt (miembro de la E Street Band) para rendir tributo a Joe Strummer, uno de los líderes de The Clash, recientemente fallecido. Elvis Costello, un ícono de la new wave, y Dave Grohl, líder de Foo Fighters y ex batero de Nirvana, encajaban perfecto en el homenaje a una figura emblemática del punk. Pero lo más extraño y novedoso era ver y escuchar a Springsteen en ese contexto, un cantautor norteamericano de pura cepa que poco tiene que ver con la escena inglesa de fines de los setenta. Así y todo, los cuatro versionaron con furia y emoción el clásico "London Calling".



El Jefe dejó a salvo el honor de los más rockeros.
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