San Gregorio. - Carlos Alberto Algarbe aún no sale de su asombro. No puede explicarse cómo fue que sacó de su huerta un gigantesco zapallo de 34,200 kilos. "Las semillas me las dio un amigo, y no eran preparadas ni híbridas", dijo a La Capital este empleado comunal de 46 años, quien trabaja una huerta en Ameghino y Chacabuco donde los zapallos no superan los tres kilos. Algarbe se levanta a las 6 para trabajar en esta huerta, anteriormente un terreno cubierto de malezas y plantas, contiguo a su vivienda, en el que pidió permiso para cultivar. Ya en el primer año comenzaron los resultados: sin utilizar fertilizantes, a punta de pala, rastrillo, riego y mucha dedicación comenzaron a salir lechugas, berenjenas blancas y negras, morrones, melones, zanahorias, radicheta, alhabaca y zapallos. Lo producido termina no sólo en la mesa familiar sino que además sirve para generar algún ingreso extra a la casa. "Nadie me creía cuando contaba lo que pesa el zapallo, lo tomaban en broma. Pero cuando los invitaba a verlo quedaban tan asombrados como yo", cuenta. Aunque parece que en los últimos tiempos en San Gregorio estas historias son habituales: en otra huerta, la de Lucía Reymundo, un zapallo alcanzó 14,200 kilos, aunque en este caso con semillas provistas por el plan Prohuerta.
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