| | La receta 2002 no sirve para un crecimiento sostenido
| Tulio Alberto Ceconi
Si se analizan los principales indicadores de la evolución de la economía Argentina durante el año 2002 se podrá observar que el Producto Bruto Interno (PBI) real que venía disminuyendo en los últimos tres años, un 3,4 por ciento en 1999, 0,8 por ciento en 2000 y 4,4 por ciento en 2001, disminuyó 11 por ciento en 2002. La pobreza aumentó ostensiblemente como consecuencia de la devaluación, el aumento de los precios al consumidor y el mantenimiento de los niveles nominales de los salarios y honorarios profesionales. Las exportaciones nacionales fueron literalmente iguales a las de 2001 y el indicador de actividad industrial EMI que elabora el Instituto nacional de Estadística y Censos (Indec) muestra que la actividad industrial promedio de 2002 alcanzó al 78,1, contra una base 100 de 1997, mientras que en 2001 había sido de 88, siempre sobre la misma base. A través de estos indicadores resulta difícil sostener la hipótesis de que existe una "nueva política económica" exitosa. Veamos cuáles son los elementos que la caracterizan: * Default del gobierno y del sector privado. * Quiebra del sistema bancario, ruptura de todos los contratos del gobierno con los privados y entre privados. * Devaluación de una magnitud no observada en ningún otro país del mundo y aislamiento de la comunidad financiera internacional. * Intervención del Estado en la determinación de los principales precios de la economía: dinero, moneda extranjera, servicios públicos, bienes exportables, salario, etcétera. Lo que genera confusión es el hecho de que el ritmo de disminución del producto bruto se fue desacelerando en el transcurso de 2002, e incluso alcanzó a mostrar un leve crecimiento durante el tercer y cuarto trimestre. Este fenómeno generó dos interpretaciones: la primera de ellas es sostenida por la mayoría de los analistas, quienes coinciden en señalar que la economía dejó de caer pero que no están dadas las bases para un crecimiento sostenido. Del otro lado está la postura del gobierno nacional, que sobreactúa la magnitud de la recuperación y la presenta como el triunfo de una nueva política económica que se contrapone a la que se aplica prácticamente en todos los países exitosos. Es decir que, aun aceptando la "hipótesis oficial" del triunfo de la nueva política económica, debemos concluir que los resultados fueron muy magros. El argumento triunfalista sólo está fundamentado en la comparación de los pronósticos que se habían efectuado al inicio de 2002 con los resultados finalmente observados. Si aceptamos este argumento, surge un interrogante a responder: ¿será posible que una reiteración de la receta 2002 garantice elevados niveles de crecimiento de la economía y mejoramiento en la distribución del ingreso? Ello significa preguntarse si la hipótesis de crecimiento resulta factible en un escenario marcado por la falta de instituciones bancarias, sin flujos comerciales y de capitales con el exterior y sin instituciones civiles, comerciales y políticas funcionando adecuadamente. Mi convicción es que ello no será posible.
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