Año CXXXVI
 Nº 49.755
Rosario,
domingo  16 de
febrero de 2003
Min 22º
Máx 29º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





El error es seguir escondiendo la basura debajo de la alfombra
Defensa de quienes pronosticaban un dólar por las nubes

Juan Carlos Cagnoli

Es frecuente en los últimos días escuchar sostenidas críticas a los economistas que pronosticaban una situación caótica para la economía argentina, con el argumento de que sus pronósticos agoreros no sólo no se cumplieron sino que, por el contrario, la economía lentamente va alcanzando una relativa estabilidad, e inclusive surgen los primeros síntomas de una incipiente recuperación del nivel de actividad económica.
La recaudación impositiva viene creciendo como consecuencia de los aumentos en los precios, los depósitos en el sistema bancario crecen sostenidamente, aunque difícilmente recuperen el nivel que tenían a fines del año 2001, y el tipo de cambio marca una saludable estabilidad, permitiendo al Banco Central incrementar sus reservas. Todos estos son sin dudas datos favorables que alientan a pensar que el futuro inmediato será mucho menos sombrío que lo pronosticado oportunamente por los economistas.
¿Cabe entonces concluir que estaban equivocados?
A los efectos de intentar esclarecer este punto, creo oportuno establecer una comparación. Imaginemos una familia de clase media, con un ingreso determinado y que en su estructura de gastos contempla el pago, por ejemplo, de un crédito hipotecario para su vivienda, otro prendario por el automóvil en que se desplazan, y de los impuestos correspondientes (municipal, inmobiliario, patente del coche, jubilación, etc.). Imaginemos también que esta familia ve disminuir sus ingresos repentinamente, por causas que no vienen al caso, y se resiste a bajar su nivel de vida.
Supongamos también que la crisis continúa y que como el ingreso no alcanza, deciden dejar de pagar la tarjeta de crédito, lo cual derivará seguramente en un juicio, pero ellos saben que el juicio tarda un par de años, por lo que en el corto plazo las consecuencias no serán tan graves. Al no pagar la tarjeta se termina el crédito y definitivamente deben ajustar sus consumos, pues ya no tienen forma de financiarlos. Ante el inconveniente pergeñan ahora una nueva idea visionaria: no pagar más los impuestos ni los créditos, y utilizar el ingreso para seguir adelante con el nivel de vida que les gusta. Así las cosas, de pronto se encuentran que a fin de mes les sobró dinero.
De manera casi mágica, sin haber incrementado sus ingresos, ahora no sólo no deben bajar su nivel de vida sino que además pueden mejorarlo. Hasta se pueden dar el lujo de salidas familiares hasta hace poco inimaginables e inclusive, si son un poco osados, por qué no unas buenas vacaciones.
Seguramente usted pensará que la actitud de este matrimonio es irresponsable, porque pone en juego el techo de sus hijos y su futuro. Pues bien, cualquier parecido entre esta familia de la que hablamos y la actitud adoptada por el actual gobierno, lamentablemente, no es pura coincidencia.
La Argentina ha dejado de pagar a los miles de tenedores de bonos argentinos diseminados por el mundo; a los millones de afiliados a las AFJP a quienes pesificó sus aportes jubilatorios; a los bancos, a quienes les pidió miles de millones de dólares, no se los devolvió y los puso en situación de quebranto; a miles y miles de ahorristas argentinos que desde principios de año no reciben un solo peso por sus ahorros congelados y pesificados en bonos argentinos; a los exportadores a quienes adeuda más de dos mil millones en concepto de reintegros a las exportaciones; a los jubilados y empleados públicos a quienes reintegra el 13 por ciento con más deuda a futuro; y la lista podría continuar porque es muy extensa.
Cada decisión que se toma desde el Ministerio de Economía es una patada más a la pelota de la deuda hacia delante. Seguramente usted supone que la familia del ejemplo del que hablábamos, más tarde o más temprano perderá su casa, su auto y cuando lleguen a la vejez pasarán penurias por no tener ni siquiera una jubilación. A los argentinos nos pasará lo mismo, el presidente Eduardo Duhalde y su ministro Roberto Lavagna están disfrutando de ese "veranito" de dejar de pagar. Se dan el lujo de contener la cotización del dólar e incluso de hacerla retroceder y declaman orgullosos que ha comenzado la recuperación económica.
Pero en la economía, como en casi todos los ámbitos de nuestra vida, las consecuencias de nuestros actos son inevitables, por más que quienes están en la función pública tengan a su favor que las consecuencias suelan demorar años y sean pagadas por el que viene detrás. No deberían olvidarse que los pueblos trascienden a sus gobernantes de turno y que los actos irresponsables del presente se transforman en una carga ominosa sobre las generaciones futuras.
Lavagna declama ante quien quiera escucharlo que la Argentina está saliendo adelante sin ayuda, pues bien, se trata de un acto de prepotencia y soberbia típicamente argentinos. Debería decir en cambio que la Argentina ha sobrevivido gracias a la estafa sostenida de los ahorristas argentinos, a la paciencia forzada de los miles y miles de acreedores desparramados por el planeta (inclusive argentinos, claro), a una Justicia exasperantemente lenta y de credibilidad por demás cuestionable, gracias a pauperizar el salario real de millones de trabajadores y por que no decirlo, gracias al silencio cómplice de grupos poderosos que una vez más se ven beneficiados, con el sudor, el padecimiento y la paciencia de un pueblo increíblemente dócil.
Cada día resulta más evidente que la única salida pasa por una quita astronómica sobre la deuda pública, una decisión que muchos grupos "progresistas" festejarán, pero como de costumbre perderán de vista que entre los acreedores estamos nosotros mismos, con nuestras jubilaciones futuras y la pérdida de los ahorros de miles de argentinos que creyeron en su gobierno financiando sus bonos soberanos. Se viene otra estafa pero a pocos parece importarle.
¿Los economistas? Probablemente se equivocaron en los plazos pero no en la esencia. Sin duda alguna y como de costumbre, los argentinos estamos inflando un globo que tarde o temprano estallará y con mucho estruendo.


Diario La Capital todos los derechos reservados