Año CXXXVI
 Nº 49.755
Rosario,
domingo  16 de
febrero de 2003
Min 22º
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Editorial
Desfasaje que abruma

Una de las características más reprochables que se les debe observar a los economistas cada vez que plasman visiones de la crisis es su inevitable recaída sobre coordenadas abstractas. Así, la conocida aunque liviana observación de que no son ellos los encargados de realizar las compras hogareñas adquiere peligrosa relevancia. Pocos días atrás La Capital difundió una noticia preocupante: en un año, los útiles escolares aumentaron nada menos que el ciento veinticinco por ciento. El porcentaje -alarmante- remite a una realidad concreta, la de las amas de casa que en un lapso de sólo doce meses vieron que mientras los ingresos familiares permanecían virtualmente congelados lo más elemental -mochilas, libros, cuadernos, cartucheras, lápices- ha ascendido a valores que antes de diciembre del 2001 hubieran sido considerados como parte integrante de una novela de ciencia ficción. En tanto, las respuestas oficiales continúan confundiéndose con las distintas formas que adopta el silencio.
No es intención de esta columna realizar críticas con la mera intención de sembrar vientos. Lo que se intenta es hacer hincapié en la tremenda distancia que separa la opinión de los especialistas de la percepción cotidiana de la calle. En ese abismo radica la verdadera dimensión de la crisis.
Y no es que se nieguen los progresos que se perciben en la Argentina desde un tiempo a esta parte. Sólo se trata de recordar sobre la espalda de quiénes recayó el peso de las decisiones. Algo que suele olvidarse con demasiada facilidad en este país propenso a la desmemoria.
En síntesis: cuando se hace referencia al "veranito" -que no es una fantasía- conviene no ignorar el arduo peregrinaje de mamás y papás por las librerías en busca de precios tolerables para bienes imprescindibles: esos que sus hijos necesitan nada menos que para educarse. En ese cruel desfasaje que padecen tantas familias del país puede vislumbrarse una de las caras más dolorosas de un presente que, paradójicamente, aún deja lugar para la esperanza.


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