| | El cazador oculto: Las vacaciones de las estrellas
| Ricardo Luque / Escenario
¿Hay algo más excitante que salir de viaje? Sí, por supuesto, pero no es un asunto para ventilar públicamente, así que es mejor volver a los viajes y viajeros. Y la pregunta surge obligada: adónde viajan los que pueden viajar, y los que pueden viajar, no hace falta decirlo, son las estrellas, las que están en el cielo y las otras, las de cabotaje. Porque si no son ellos, los que están en la tele, los que pueden viajar, entonces quién puede hacerlo. Mejor, quién merece hacerlo. Nadie. Lo cierto es que los que pueden viajar viajan y no a Carcarañá, ni a Icho Cruz, ni a Merlo, que son lugares lindos, pero nada glamorosos. Hay excepciones. Un ejemplo: Soldini es un terruño adorable, pero jamás será un destino glamoroso y, aunque cueste creerlo, es allí donde tomó su descanso el más glamoroso de los cronistas de espectáculos rosarinos: Carlos Bermejo. Quien no le fue en zaga fue su compañero Miguel Tessandori, quien fiel a sus tradiciones partió rumbo a Los Cocos. Pero ellos no fueron los únicos que, devaluación mediante, veranearon en el país. A Alejandro Grandinetti le alcanzó para llegar a Mar del Plata y Nacho Suriani, con mejor puntería, se hizo una escapadita a Cariló. Pablo Feldman, embriagado por el triunfo petista, fijó como destino Brasil, pero al sur, a Florianópolis, la más argentina de las playas brasileñas. Julio Orselli se arriesgó un poco más, cruzó el charco y se tomó un descanso en la un poquitín más glamorosa (aunque casi de cabotaje para los argentinos) Punta del Este. Ahora para glamour, lo que se dice glamour, no hay como Nueva York, que es una gran capital y tiene a Broadway y el recuerdo de las Torres Gemelas y el Greenwich Village. Y allí fue Luis Novaresio, que sabe lo que es vivir bien, bien. Porque si hay un país de maravillas ese es Estados Unidos y más en Florida, donde siempre hay sol, arenas blancas y cuba libre. Ahí precisamente puso proa Alberto Lotuff. Pero no sólo a él lo sedujeron las playas del golfo de México, Ariel Bulsicco buscó paz en las agitadas olas de Cancún. Se ve que a los muchachos los precios en dólares no los asustan.
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