| | Colombia: Ataúdes de cartón para una nación muy violenta Un jubilado está poniendo a punto los singulares féretros y quiere exportarlos a Estados Unidos
| Raúl Durán se sonrojó cuando el muchacho de prueba se cayó del ataúd, pero el joven se levantó de inmediato dejando poco lugar para la vergüenza. Tuvieron que ocurrir muchas caídas y ensayos antes de que Durán pudiera diseñar el modelo final de su féretro de cartón. Después de superar varias pruebas y de demostrar que un féretro de cartón puede soportar el peso de una persona de hasta 130 kilos, Durán fabrica ataúdes y cápsulas mortuorias con ese material reciclado. Durán, un jubilado, intenta ahora exportar el novedoso producto mortuorio a Estados Unidos y México desde Colombia, un país con casi cuatro décadas de conflicto interno donde la muerte es algo cotidiano. "Se me ocurrió hacer un ataúd de cartón porque siempre me ha parecido que los entierros son muy caros. Se han vuelto como los 15 años de las hijas: el que mejor punto ponga y el que más gaste es el más respetado", dijo con sarcasmo Durán, a quien la idea le surgió sin saber nada del "mundo de los muertos". Aunque este tipo de ataúdes de cartón se han desarrollado en Inglaterra y hay registros de su existencia desde 1994, es la primera vez que se fabrica en Colombia. Pese a que en esta nación de más de 40 millones de habitantes -el 60 por ciento compuesto por pobres- aparecen muertos por doquier (más de 3.500 al año debido al conflicto bélico) Durán confesó que ha sido duro trasegar para impulsar la idea de hacer un "entierro ecológico", como él lo llama. Sus ataúdes, con instrucciones de ensamblaje en tres minutos, son hechos con tres capas de cartón en la base y dos en los lados, pegadas con goma de maíz y pintados con tinta marrón a base de agua. En su interior, están forrados con encaje blanco y sobre la tapa tienen un vidrio que imita los féretros clásicos. Este hombre, vestido con overol azul y bigote canoso, jubilado de la estatal Empresa Colombiana de Petróleos, reconoce que sólo ha vendido 100 cápsulas (féretros sin pintura, pero con encaje) y 50 ataúdes, pero expertos del mercado funerario aceptan que ese es el futuro del descanso eterno. En las trémulas arenas del desierto, los faraones eran enterrados con opulencia para llegar al más allá con grandeza, una idea que cada cultura ha dotado de sus propios lujos y fantasías. Desde el Taj Majal o el Mausoleo de Halicarnaso y pasando por El Escorial, el ataúd, que data del 1500 antes de Cristo, ha sido vital a la hora de morir. En sus orígenes egipcios, a las indispensables cajas, que eran las moradas de los difuntos, les pintaban falsas puertas sobre la tapa, protegida por la diosa de los cielos Nut, para imitar la fachada de un palacio. Cada una de las esquinas era confiada a los hijos del dios Horus. Desde entonces, los mortales adaptaron el ataúd a sus solemnidades prolijas y diversas, por lo que el tránsito a la vida ulterior se ha revestido de múltiples empaques: el clásico de madera de cedro o caoba, el de acero -aséptico y rutinario en Estados Unidos-, el de mármol o marfil -suntuoso en Africa y Asia- y el de oro, plata, bronce o cobre. Durán, apoyado en su fúnebre experiencia, afirmó que "muchas veces la gente no tiene cómo comprarle la droga (medicamento) a un enfermo, pero para el entierro sí sacan dinero de donde sea. La gente piensa que al muerto hay que darle lo más costoso porque no lo va a volver a ver". (Reuters)
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