Aníbal Fucaraccio / Ovación
El seleccionado rosarino ya transitó su primera semana de preparación con vistas al ansiado campeonato Argentino, su presa más difícil de cazar. La rica historia del rugby de nuestra ciudad, los nombres ilustres que supieron regar de talento tantas canchas y su tradicional escuela con marca registrada que se ganó merecidamente el respeto y la admiración de propios y extraños, nunca pudieron traducirse en cantidad de logros. En 1965 el combinado local logró su único título nacional y eso suena demasiado extraño para una Unión que nuclea una interesante cantidad de jugadores que por sobre todas las cosas cuentan con una extraordinaria capacidad técnica que fue históricamente reconocida por los entendidos. Desde esa fecha fatídica, se encolumnaron fracasos inesperados, frustraciones incomprensibles, intentos estériles e innumerables variables imprevisibles que siempre caprichosas obligaron a la suerte a presentarse esquiva para el seleccionado. Durante estos 38 años, Rosario experimentó la crueldad de la desazón, soportó la frialdad de la desdicha, cosechó aplausos insuficientes que con el paso del tiempo fueron transformandose en un puñal incisivo y doloroso, pero siempre fue consciente de su enorme potencial, y en él descansan -todavía impolutos- los sueños de alcanzar nuevamente la gloria. Ahora comienza otro intento de la mano de Ricardo Imhoff y Gustavo Minoldo, dos hombres que conocen perfectamente el paño, que tienen prestigio ganado y varias batallas sobre sus espaldas. Ellos y sus dirigidos saben que este puede ser un gran torneo para Rosario. Porque el año pasado se estuvo a un paso y el plantel básicamente es el mismo, porque ellos se demostraron que están más cerca de lo que muchos creían y porque en este rugby argentino -exportador compulsivo de talento autóctono- hubo una nivelación forzosa que indudablemente favoreció las chances de los que quieren destronar a Buenos Aires. Por suerte el estigma del bonus no seguirá presente. Ese ambiguo sistema importado del Súper 12 fue el peor enemigo de Rosario en la última edición del certamen y evidenció ser una peligrosa arma de doble filo que en un torneo corto puede llegar a condenar a aquel que por merecimientos tendría que haber sido consagrado. En el 2002 Rosario terminó invicto, pero no le alcanzó. Debió festejar, pero se quedó sin nada. Y como tantas otras veces retornó al llano con las manos vacías y sus ansias maltratadas. El bonus no sirvió y por eso se volvió al puntaje tradicional. Pero ronda en el aire algo que parece traer vientos positivos. Se respira en el grupo una mayor dosis de compromiso intrínseco y una plena disposición a los trabajos en una etapa del año difícil de llevar. Incluso se programaron algunos entrenamientos en despiadados horarios de la tarde para ir adaptandose al clima y la temperatura que deberá soportar el equipo cuando visite a Tucumán (2/3), Cuyo (16/3) y Salta (23/3). Hay actitud y generosidad en el funcionamiento interno del plantel, y eso se transmite. Los experimentados asumieron su liderazgo, marcan las pautas y absorben las malditas urgencias. Y esta sólida expresión de los más grandes se funde con una segunda generación de jugadores que todavía tiene que comenzar a andar su propio camino. Y el horizonte se muestra dispuesto. Y sigue habiendo algo imperceptible en el aire. Vuelven Alejo Fradua y Sebastián Bosch del Seven de Wellington, Alberto Di Bernardo se recupera a paso firme de su fractura de tibia y Martín Palou evoluciona bien de su operación en la rodilla. Y al equipo le quedan 3 semanas de preparación. Los anhelos de una ciudad entera se centran en este conjunto. Y esas expectativas lejos de generar presión, deben ser entendidas como un apoyo incondicional, como una demostración de la más genuina confianza. Los hombres del Ñandú tienen otra chance significativa de quedar impresos en la memoria colectiva de los amantes de la ovalada y de darle vuelta la cara a la empecinada adversidad en el año del 75º aniversario de la Unión. Por eso, durante el campeonato Argentino que se disputará en el mes de marzo, Rosario será el encargado de demostrar con su juego si eso que se respira es solo una suave brisa de ánimos renovados o si es por fin un indicio firme de los vientos de cambio que necesita el escenario de las estadísticas del rugby de nuestra ciudad.
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