En 2003, ¿el campo seguirá siendo el motor de la economía argentina? El año pasado el sector agropecuario vivió una bonanza pocas veces conocida en el país en la que se combinaron en un menú altamente favorable, tipo de cambio alto, buenos precios internacionales y cosechas abultadas. El bienestar del productor, uno de los pocos favorecidos que recibió dólares como forma de pago, se trasladó al resto de la actividad y le dio aire a otros segmentos productivos. A poco de comenzar un nuevo ciclo agrícola, las previsiones son mucho menos optimistas para este período. Los economistas y analistas hacen sus cálculos y prevén que, si bien el escenario no será negro, algunos nubarrones sobrevuelan la coyuntura. Así, la impredecibilidad climática (que influye sobre rindes y precios), el retroceso del dólar y la fuerte presión fiscal sobre el sector afectarán la rentabilidad empresaria del hombre de campo y achicarán su capacidad de compra en el mercado interno.
Al tiempo que estas cuestiones erosionan los ingresos del productor agropecuario y eso impacta sobre el consumo, los compromisos del gobierno en materia fiscal con los organismos multilaterales de crédito penden como una espada de Damocles sobre el sector.
Hasta ahora, las retenciones constituyen la única fórmula viable para equilibrar las cuentas y nada permite descartar la posibilidad de que el Estado eche mano a un aumento de este gravamen, más aún si se da un contexto de buenos precios internacionales.
Como condimento adicional, el empresario del campo deberá enfrentar una fuerte exacción por efecto del impuesto a las ganancias -que no tuvo ajuste por inflación- y que no sólo influirá sobre sus utilidades sino además sobre su capital.
En el cóctel impositivo también entrará a jugar la modificación del IVA -que pasó del 21 al 10,5% para la venta-, lo que engordará su crédito fiscal y reducirá ingresos de los productores.
En un escenario con esas características todo hace suponer que el veranito reactivador del campo comenzará a descomprimirse y encontrará un punto de equilibrio con el resto de los sectores de la economía. "Los productores deberían sacarle una foto al 2002 y colgarla en la pared, porque es difícil que vuelvan a tener un año así", reflexionó el titular de la consultora Nóvitas, Daniel Miró.
De todos modos, para el grupo de analistas del rubro consultados por La Capital, el proceso electoral será decisivo y e incluso llegará a inclinar la balanza a futuro. "La cuestión política será determinante", aseguró Jorge Ingaramo, director de Estudios Económicos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.
"Habrá que ver si el próximo presidente genera confianza y motiva a la gente a desprenderse de sus dólares para que vuelva la plata a los bancos, haya demanda de bienes y aumento de la inflación", reflexionó Ingaramo. Si eso no ocurre, "nuevamente tendríamos una alta incertidumbre y una suba del dólar", dijo.
Clima y mercados
El clima y los mercados también juegan un papel decisivo en las previsiones a futuro. Las estimaciones indican que las intenciones de siembra en la Argentina continuarán en ascenso, especialmente para la cosecha de granos gruesos, aunque no se esperan precios muy altos en el frente externo, salvo que el clima le juegue una mala pasada a las producciones de Estados Unidos y Canadá.
"No creo que haya mejores perspectivas que el año pasado, salvo que se produzca un problema climático en el Hemisferio Norte y allí se dará una situación de buenos precios. En cosechas normales en esa región, las perspectivas de cotizaciones para la agricultura se van a desinflar", reflexionó el analista senior de Agropuerto, Juan Martín Rebollini, aunque estimó que distinto será el panorama para frutas y carnes, un rubro que a su criterio seguirá beneficiado por el aumento de las exportaciones.
En materia de precios internacionales "estamos en un impasse", dijo Miró. Para el analista de Nóvitas, "los precios no pueden recortarse mucho más y hay que estar atentos a lo que suceda en el Norte. Si esa campaña tiene recortes significativos en oleaginosas, trigo y maíz, evidentemente los precios van a mantenerse en la Argentina", dijo, pero "si son campañas records y los precios que hoy tiene el mercado de granos estimulan a altas producciones en el mundo lo más probable es que bajen", agregó.
"Hoy el productor argentino se encuentra con una soja que vale 190 dólares y si baja 30 dólares lo va a sentir mucho", apuntó Miró.
Para Ingaramo, de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, "los precios son buenos en la serie histórica, aunque no tanto como los del año pasado".
Para el analista de la Bolsa de Cereales, "no se puede esperar todo del campo", aunque estimó que la contribución del sector "seguramente va a seguir siendo muy buena".
Ni tanto ni tan poco. Para el especialista, las ventajas del dólar real alto son pasajeras y el sector deberá prepararse para un menor poder de compra. A su criterio, esto debería estar compensado con rebajas impositivas, una baja tasa de interés en dólares para sus más abundantes créditos, todo eso sumado al empleo de la cobertura de precios en un mercado a término en expansión.
"Veo venir un horizonte de confianza con tipo de cambio más bajo y salarios reales más altos", dijo Ingaramo quien estimó que en ese escenario se producirá un proceso de diversificación en la producción.
"Argentina va hacia un sistema más mixto en el cual el productor priorizará diversificar el portafolio de riesgos", dijo. "Los agricultores tuvieron un año y medio de buenos precios y saben que eso no va a durar para siempre, por eso ponderará este nuevo esquema", agregó.
La carga fiscal
Más allá de ponderar factores que en rigor se tornan imprevisibles como el clima y su correlato en el movimiento de los mercados, los empresarios del campo saben con certeza que el tema fiscal será determinante en este nuevo ciclo.
"Este año la situación se modificó respecto a lo que sucedió en 2002", dijo Rebollini. "El tipo de cambio se movió a la baja, la presión impositiva subió significativamente y continúa el aumento de costos en general debido a que la expectativa de la inflación puede que le gane al tipo de cambio, eso representa aumento de sueldos, de tarifas, etcétera", explicó el analista de Agropuerto.
Además, si los precios internacionales bajan, cae el tipo de cambio y se mantiene el actual nivel de retenciones, la situación en 2003 no va a ser la misma que la del año pasado", agregó.
Pero no sólo las retenciones desvelan al productor -de hecho ya lleva un año pagando ese gravamen y aún así su rentabilidad creció- sino que a partir de ahora el pago del impuesto a las ganancias que por decisión oficial no tuvo ajuste por inflación asestará un duro golpe a su bolsillo.
"Ahora habrá que pagar impuestos por un año histórico de buenos márgenes y como Ganancias no se ajustó en función del crecimiento del costo, el productor no sólo va a tener gravada parte de su utilidad sino también parte de su capital", indicó Miró.
"Lo que hay que pagar por ese año tan bueno como fue el pasado es muy alto y no todos lo tenían pensado", dijo el analista de Nóvitas. Agregó además que "encima, los mecanismos como el IVA que deberían ser neutros, se transforman en una forma de quita o retención con afectación del capital de trabajo".
El dólar que desvela
El gran poroto que se anotaron los hombres de campo tras la devaluación de la moneda fue la posibilidad de encontrarse con un tipo de cambio alto que engordó su poder adquisitivo. En rigor, los productores fueron los únicos que recibieron dólares como forma de pago por su actividad y aunque debieron afrontar también insumos dolarizados, en el mercado interno los costos se pagaron en pesos.
Frente a eso se produjo un boom que permitió posicionar al campo como el motor de la economía doméstica argentina. El mercado inmobiliario fue beneficiario de esta bonanza, las automotrices direccionaron sus planes hacia este sector, ofreciendo las famosas ventas a través de canje por cereal (que es lo mismo que decir dólares) y en los pueblos del interior los comercios tuvieron un veranito producto del aumento del poder adquisitivo de los colonos.
Mucho mejor les fue a las industrias de maquinaria agrícola, especialmente nacionales, que vieron incrementada su demanda no sólo por el proceso de sustitución de importaciones sino además por los mejores ingresos del productor.
Esta situación comenzó a modificarse durante el primer mes de este año, cuando el dólar comenzó a descender progresivamente y llegó casi a tocar los tres pesos. Frente a esa situación muchos productores comenzaron a preguntarse hasta cuándo duraría esta buena racha y entendieron que el escenario para este próximo ciclo agrícola sería diferente.
"Naturalmente quien exporta -como ocurre con el campo- tiene una situación relativa mejor y es probable que eso sea tanto mejor si el cambio está alto", dijo Miró, aunque aclaró: "Eso se va a ir diluyendo con el tiempo, pero lo difícil de precisar es el ritmo, porque en este caso depende mucho de la situación política".
Para Ingaramo, "va a haber una caída del tipo de cambio, ya sea por baja del dólar nominal o por una suba de precios". Lo cierto es que "el tipo de cambio real al cual se va a sembrar en la próxima campaña gruesa y al cual se va a comercializar el trigo, no va a ser igual que el ciclo pasado, no habrá que hacerse las mismas ilusiones", dijo.
Menor poder de compra
La mano de obra, el precio del combustible y de los fletes son, entre otras cosas, donde el productor sentirá con más fuerza el aumento de los costos si el dólar sigue bajando.
El asesor de empresas y gerente agropecuario de Agroactiva, Rubén Oliverio, explicó que para los productores "la baja del dólar disminuye sus ingresos, que son importantes comparativamente en pesos". En este punto aclaró que "si bien la rentabilidad medida en moneda estadounidense sería constante, en moneda interna se ve restringida".
Para Rebollini, "esa ilusión de riqueza lanzó al productor a gastar y posiblemente cuando llegó la cosecha se encontró con un panorama distinto".
De hecho, "los rindes del trigo fueron menores a los esperados y los precios que imaginaba obtener también. Arrancó la campaña con una cotización de 600 pesos y terminó en la cosecha con un trigo de 350 pesos", de ese modo, "en los lugares en los cuales apostó a inversión en tecnología directamente cambió la plata".
Esto hizo que el productor pusiera los pies sobre la tierra y comenzara a deshacerse progresivamente de la mercadería que durante todo el año se empeñó en retener, una actitud que se convirtió en una estrategia de mercado ante la incertidumbre y que suplantó a otras herramientas tradicionales como la utilización de los mercados a término.
"Hasta ahora la actitud de retener de los productores va a seguir hasta después de las elecciones porque no se arregló el tema del impuesto a las ganancias y el ve que el escenario de incertidumbre política aún continúa. Frente a eso todavía prefiere posponer las decisiones porque cada vez que tomó un rumbo se equivocó", dijo Rebollini.
Con dólares que representan menos pesos, impuestos que no flaquean e incluso amenazan con subir y un horizonte de precios internacionales que no se perfilan como el mejor por las buenas producciones mundiales, el campo comienza a desacelerar después de un año de vértigo.
No se trata de una depresión ni mucho menos, sólo de un reacomodamiento en ciertas variables económicas que a lo largo del año pasado fueron encontrando un punto de equilibrio para uno de los sectores más dinámicos de la Argentina.