Casas sin patio, galpones en los centros de manzana, patios techados de prepo que no dejan entrar la luz, habitaciones sin ventanas, baños sin aireación ni iluminación natural, entrepisos para pigmeos, escaleras antifuncionales y hasta balcones injertados. Las reformas a la que te criaste que se hacen en las casas rosarinas suelen convertirse en un atentado tanto a la calidad de vida de sus propios habitantes como a la de la ciudad en su conjunto. Y están lejos de ser una cuestión aislada: se calcula que entre el 75 y el 80 por ciento de las obras encaradas se hacen sin el más mínimo asesoramiento profesional.
Atento a esta realidad, el Colegio de Arquitectos Distrito 2 planea extender en Rosario los llamados consultorios, estudios en los que los profesionales se acerquen a la gente y ofrezcan sus servicios, en principio a costos más accesibles. Un proyecto que busca al mismo tiempo imponer en la comunidad la idea de que para hacer una obra es necesario ir a un arquitecto, como se va a un médico ante una enfermedad.
Quien haya estado alguna vez en la búsqueda de una casa para comprar o alquilar sabe de qué se trata. Las refacciones que hace la gente son para agarrarse la cabeza, y el interesado suele preguntarse por qué no se respetó la idea original o directamente se llamó a alguien para que pusiera un poco de orden en tanta desinteligencia. El proyecto Arquitectos para la Comunidad busca, en este sentido, revertir la tendencia.
La idea del Colegio se inspira en la experiencia del arquitecto argentino Rodolfo Livingston, quien concibió en Cuba el plan Arquitectos de la Comunidad, con consultorios para atender las necesidades habitacionales de la población a partir de un contacto directo con las familias.
Livingston desarrolló todo un método de trabajo y trajo luego la experiencia a la Argentina, donde fundó el primer consultorio de arquitectura del país.
El método establece una relación muy estrecha entre el arquitecto y su familia-cliente. El profesional hace un estudio detallado del lugar y hasta desarrolla juegos psicológicos para conocer en profundidad los deseos y necesidades de la gente.
En Rosario, el Colegio de Arquitectos viene trabajando en este proyecto desde hace más de cinco años, y lo retomó el año pasado a partir del intercambio con la Sociedad Central de Arquitectos del Uruguay, país donde el proyecto está muy avanzado.
Los consultorios
Según explicó Antonio Longo, integrante del Colegio y encargado de llevar adelante el proyecto, el sistema funcionará con consultorios de arquitectura integrados por ocho profesionales que se instalarán en el territorio donde operen. El Colegio está gestionando para eso la habilitación de espacios en los centros municipales de distrito, en algunas dependencias de la provincia, en instituciones profesionales y en algunas vecinales.
El consultorio establecerá contacto con el lugar, sus instituciones intermedias y su población: convocará a charlas para explicar su función, hará un trabajo de extensión e información y atenderá las consultas.
La idea es que siempre haya al menos dos profesionales atendiendo. "Uno de ellos explicará al interesado cuál es la modalidad de trabajo, para qué le sirve nuestro asesoramiento y qué cosas puede resolver desde nuestra profesión. El otro se encargaría directamente de la consulta, que podrá devenir en un trabajo mínimo o en la modificación de la casa. Lo importante es que se genere un contacto bien estrecho entre el profesional y la persona", explicó Longo.
Las primeras consultas serán de diagnóstico, requerimientos (qué hay que hacer) y presupuesto estimativo. Luego, la persona decidirá si sigue con el mismo profesional o si cambia. Pero ya tendrá precisiones y un contacto con un especialista.
Las consultas serán pagas, aunque el Colegio ya tiene establecido que se cobrarán honorarios sustancialmente menores a los fijados para el ejercicio privado. "Sabemos que para muchos sectores los arquitectos somos caros, mientras que para otros somos complicados y nuestra presencia no se justifica frente a trabajos menores", admitió Longo a modo de autocrítica. "Pero esta también es una gran equivocación por parte de la sociedad, porque podemos asistir en cualquier alternativa", aclaró.
El proyecto tiene un objetivo estratégico. "Se trata de cambiar la relación general entre la comunidad y los profesionales. Frente a una enfermedad, la gente va al médico. Y sin embargo se las arregla con el albañil o el negocio de impermeabilización a la hora de arreglar la casa", abundó el arquitecto, antes de revelar que "en la ciudad se encaran de manera espontánea, sin asistencia de ninguna índole, entre un 75 y un 80 por ciento de las obras" \
Menos calidad de vida
En este contexto, no sólo se pierde calidad de vida individual, sino colectiva, porque la ciudad entera se va reciclando sin criterio. Longo abunda en ejemplos: "Hemos visto cerrar patios en complejos tipo Fonavi y quitarles a las unidades luz y ventilación; se hacen cerramientos con materiales inadecuados y se convierte al resto de la casa en un horno; se juntan las cocinas con los livings y se hacen cocinalivingcomedores; hay patios antirreglamentarios que no tienen la capacidad mínima para airear o ventilar los ambientes que van a dar a esos patios; tratan la humedad con obras innecesarias"...y la lista sigue.
Longo sugiere tomar los avisos clasificados y hacer una recorrida por las viviendas que se alquilan para ver las barbaridades que se hacen y que vuelven inhabitables las viviendas. "Las construyen personas que especulan con sumar metros sin cumplir con ninguna normativa. Se construyen locales sin ventanas, algo que está prohibido. Se edifican habitaciones minúsculas adonde después no entran los muebles que se llevan. Y hasta hemos visto un galpón en un centro de manzana. Cada uno hace lo que se le da en gana", dijo el profesional, convencido de que en este marco "hay mucho por hacer desde la arquitectura. Pero también hay que cambiar toda una cultura, una forma de pensar de la gente".