Walter Palena / La Capital
"Doctor, la próxima que vez que vuelva vamos al autódromo para que le descarbonice la cupé". Carlos Reutemann se llevó esa promesa a Santa Fe y dejó en Rosario los fantasmas que lo atormentaron durante largos días. Las sospechas generadas en torno a su verdadero estado de salud aceleraron la decisión. Se contactó con un equipo médico rosarino, que en 72 horas reveló su inquietud. El diagnóstico fue la existencia de divertículos aislados del cólon izquierdo, una enfermedad controlable con medicación y dieta adecuada. No había ningún síntoma maligno. A pesar del hermetismo que domina a los especialistas que lo atendieron, La Capital pudo saber de fuentes seguras que Reutemann no soportaba más las dilaciones sobre su diagnóstico y se contactó el fin de semana pasado con Hugo Tanno, un especialista en gastroenterología de reconocida actividad académica, quien lo citó para el lunes en su consultorio. Allí, Tanno se encargó de hacerle los exámenes clínicos; luego el doctor Oscar Fay le realizó los estudios de laboratorio, donde se descartó la presencia de tumores malignos. En el primer día de estudio también se incluyó una ecografía a cargo del doctor Alfredo Brasca, donde tampoco se detectaron anormalidades. Lo citaron nuevamente para el miércoles para completar la revisión con estudios más complejos. Reutemann se fue ese lunes tan discretamente como llegó: vestido de sport y con anteojos oscuros para no ser identificado. Sin embargo, no pudo escapar a los saludos de las personas que sí lo reconocieron, que fueron unos pocos, según comentó alguien que estuvo pegado a los movimientos del Lole ese día en Rosario. El gobernador regresó a su estancia de Llambi Campbell "tranquilo, aunque todavía preocupado, pero de puro desconfiado que es", confesó entre risas otra persona que tuvo contacto con los médicos rosarinos. Atrás había quedado ese semblante de "terror" con el que llegó al consultorio de Tanno, temiendo el peor de los males. Mientras los diarios porteños tejían, con ligereza, las más variadas conjeturas, Reutemann veía asombrado cómo su enfermedad se iba convirtiendo rápidamente en una cuestión de Estado y de intrigas políticas. Y peor aún: la errada comunicación que establecieron con los medios los responsables de la Clínica de Nefrología de la ciudad de Santa Fe y los hombres de su entorno, quienes no supieron desterrar las dudas luego de un mes de constantes cabildeos. Esas dudas quedaron definitivamente enterradas el miércoles, cuando Reutemann volvió a Rosario a completar los exámenes médicos. El gobernador llegó pasadas las 10 y se sometió a dos estudios bajo anestesia en el Centro de Tomografía Computada. Se le hizo una videocolonoscopía y una gastrocopía, ambas a cargo del doctor José Rojman. Luego el doctor Claudio Bonini le practicó un estudio radiológico de intestinos. A las 14.30 estaba regresando a Santa Fe con el diagnóstico preciso: divertículis colónica. Según pudo saber La Capital de varios testigos, el equipo médico rosarino estaba "espantado, sorprendido" porque Reutemann vino a Rosario en busca de "certezas", pero no trajo ningún diagnóstico, a pesar de que los especialistas santafesinos lo comenzaron a tratar desde octubre del año pasado, cuando tuvo los primeros dolores abdominales. Más allá de la caballerosidad que se dispensan entre colegas, La Capital también pudo conocer el malestar que sintió el equipo rosarino cuando, desde la ciudad de Santa Fe, el doctor Luis Gaite (director de la clínica donde fue tratado Reutemann) omitió decir en la conferencia de prensa que los estudios que revelaron su verdadero estado de salud se le practicaron en Rosario. ¿Cuál fue el motivo por el cual los especialistas santafesinos no respetaron los códigos que se estilan en el ejercicio de la profesión? "Si después de tratarlo durante todo este tiempo no llegaron a un diagnóstico claro, los médicos del patriciado capitalino hubieran quedado mal parados", le dijo a este diario un hombre que siguió de cerca las tribulaciones del Lole. "Volví a vivir", dicen que exclamó Reutemann el miércoles a la tarde, cuando llamó por teléfono a la persona que lo contactó con los médicos rosarinos para comentarle la novedad. Ahora esperan que cumpla su promesa: descarbonizar la cupé del profesional que le espantó los fantasmas.
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