Año CXXXVI
 Nº 49.748
Rosario,
domingo  09 de
febrero de 2003
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Caída libre
Argentino no logra recuperarse y perdió con Tristán Suárez

Rodolfo Parody / Ovación

En apenas unos segundos, Argentino se enfrentó cara a cara con su propia realidad. El gol tempranero de Tristán Suárez a los 25 segundos no hizo más que desnudar las falencias de un equipo que parece irremediablemente condenado a un camino sin retorno. Aunque parezca demasiado categórico, los salaítos no ofrecen signos de recuperación, como no los tuvieron ayer cuando debieron remontar desde el vamos un resultado adverso contra uno de los conjuntos más pobres de la divisional. Lo preocupante es que ni siquiera logró hacer pesar su condición de local. La derrota por 3 a 2 no debe confundir. El exiguo resultado no es más que un disfraz que no desnuda en su justa medida las carencias que hoy debe padecer.
Cuando Scampino rechazó con tan mala fortuna una pelota que rebotó en Czornomaz y le quedó servida a Peralta que sacó el tiro de su vida, Argentino recibió su condena. Si bien quedaba todo un partido por delante, le tocó hacer lo que más le cuesta: progresar con criterio y lastimar. No lo consiguió. Y para colmo de males la última línea fue tan vulnerable que por su sector izquierdo Aquino y Galván preocuparon siempre.
Los regalos que recibió Czornomaz no fueron aceptados por el delantero de mil batallas, que desperdició un par de esos obsequios en absoluta soledad y en otra de las ocasiones Campestrini achicó bien.
Hasta que antes que cerrara el primer tiempo, Aquino escapó por derecha -¿en posición adelantada?-, y se la sirvió a Castro que apenas la tuvo que empujar.
Expulsado Teri a los 10 minutos del complemento, Tristán Suárez cedió el terreno y se abroqueló atrás. Otro problema sin solución para Argentino. Ante la imposibilidad de que alguien desequilibre con la gambeta o en el juego asociado, optó por meter pelotas aéreas, que no tuvieron un destino definido.
El zapatazo desde lejos de Correa, que sorprendió a todos incluido a Lema que no reaccionó, hizo creer que otro resultado era posible. Que el amor propio de ir por más podía suplir la falta de imaginación.
Pero Argentino anda tan mal que ni siquiera invita a soñar por un ratito. Un minuto después de que achicara la diferencia, escapó sólo Riveros, sí el defensor, que burló a Campestrini y a Iriarte con la tranquilidad de los grandes goleadores para perforar el corazón salaíto.
Salvo para las estadísticas, de nada sirvió la pegada precisa y potente de Campestrini desde los doce pasos, en lo que fue apenas un consuelo para el mejor jugador salaíto en la aciaga tarde de ayer.
El aplauso que bajó de las tribunas en el epílogo fue la cabal demostración de los hinchas que más no se puede hacer. Aunque esto signifique una caída libre que parece que tendrá el final que nadie desea.



Argentino sigue mostrando serias dificultades.
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