| | El cazador oculto: Vacaciones en la pequeña pantalla
| Ricardo Luque / Escenario
La televisión rosarina cierra por vacaciones. El boom de las producciones locales que animó la pequeña pantalla local en la segunda mitad del año hoy no es más que un vago recuerdo. Los debates al despuntar la tarde, las noticias a la hora de las brujas y los sábados de súper acción después de la temporada en el infierno a la que condenó a los rosarinos el verano parecen salidos de la febril imaginación de un autor de historias de fantasía. Pero no es así. Durante el invierno los rosarinos disfrutaron en la pequeña pantalla de un veranito que hubiera entusiasmado hasta al mismísimo Roberto Lavagna. Había telenovelas, agendas de fin de semana, talk shows, docudramas, ciclos de cocina, deportes, musicales y todo con ese color local (gris) que define aquello de "pinta tu aldea y serás universal". Y los teleadictos, que son una porción pequeñísima de la marea humana que desperdicia la vida con la nariz pegada a la pequeña pantalla, extrañan ese movimiento. Extrañan que las historias que les cuenta esa voz que les habla desde el pequeño parlante del televisor les resulten familiares. Se cansan de sufrir el calor porteño, temblar por la inseguridad en los countries de Pilar y refrescarse con las olas y el viento de la Feliz. Sueñan con que alguna vez el velocísimo surf que practican control remoto en mano los enfrente con su realidad cotidiana, con la humedad, los mosquitos, los baches y las peligrosas curvas femeninas que, quiéranlo o no, son el mayor dolor de cabeza de los hombres y mujeres que tuvieron la suerte y desgracia de haber visto la luz en la segunda ciudad de la República. Pero todo mal tiene cura y toda ley, excepción. No todos los programas rosarinos se tomaron vacaciones. Los clásicos siguieron firmes en el aire: "De 12 a 14" animando los mediodías de Canal 3 (como el sol de Marilina Ross, aunque no lo veamos siempre está) y, convenientemente maquillado, "El show de A.J.", poniéndole ritmo a la costa del río marrón. El cable, que en la Argentina devaluada se ha vuelto un lujo de pocos, mostró otra cara. Arriesgó más. Pero esa, amigos, es otra historia.
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