Año CXXXVI
 Nº 49.747
Rosario,
sábado  08 de
febrero de 2003
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Editorial
Un debate ineludible

Hace mucho que los argentinos se han habituado a las ingratas resonancias de la palabra crisis. Y que la consideran, con melancólica resignación, parte connatural del "statu quo" cotidiano: gris pátina que tiñe infaliblemente los pliegues de su realidad. Esa visión apocalíptica tiene numerosos precedentes en el terreno del pensamiento, y también del arte y la filosofía populares. Recordar obras como la "Radiografía de la pampa", del gran Ezequiel Martínez Estrada, y el tango "Cambalache", de Enrique Santos Discépolo, es apenas rozar la superficie del océano. Ese determinismo metafísico, que postula el fracaso como la invariable desembocadura del río de los esfuerzos, en nada contribuye a encontrar el camino que conduzca a la salida. Resulta curioso que un país donde las oportunidades abundan no haya sido capaz aún de construir el modelo idóneo con vistas a su desarrollo y definitivo despegue. Cuando resta poco tiempo para la realización de un proceso electoral de crucial importancia para el futuro nacional no parece, lamentablemente, que el debate se canalice en la dirección deseable para esta coyuntura. Por el contrario: la dirigencia -con escasas excepciones- continúa enfrascada en un combate por el poder sin que se conozcan los modos en que ese poder sería utilizado para extraer al país del pantano. Urge cambiar las coordenadas sobre las que se ha trazado el mapa.
La contrapartida de esta constante que preocupa se halla en quienes están convencidos de la necesidad de una modificación. Sin embargo, si se hiciera un relevamiento de las ideas predominantes en este grupo de disconformes se descubriría sólo una certeza: la de aquello que no se quiere. A la hora de pronunciarse por un modelo de nación, de sugerir una receta concreta, la gran mayoría exhibiría el desconcierto como única respuesta.
He allí, entonces, una de las claves: ¿qué país es el que se quiere? Más allá de nombres y de cargos, por encima de ambiciones personales, componendas partidarias y liderazgos truncos, ¿cuál es el camino para obtener, de una vez por todas, el éxito colectivo?
El debate que debe darse es de fondo. Y sin concesiones. Pero debe empezar por la gente.


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