Tres empleados de un correo privado vivieron ayer noventa minutos de pesadilla al ser reducidos por un dúo de ladrones que ingresó al local en busca de dinero y terminó entregándose a la policía tras negociar con los uniformados, mientras amenazaban con armas a dos trabajadoras.
Todo ocurrió a partir de las 10.30 en la oficina que Organización Litoral tiene en Urquiza 3818. Pocos minutos antes el gerente del local había salido a realizar algunos trámites y Cintia Ferreyra, de 26 años, trabajaba sola esperando la llegada de sus dos compañeros. Entonces fue sorprendida por dos hombres que la amenazaron con una escopeta, la maniataron con cinta de embalar y la encerraron en una oficina. Aunque la joven mujer no fue maltratada, los maleantes le exigieron con insistencia la entrega de dinero y le hicieron preguntas que denotaron cierto conocimiento de las actividades de la oficina.
"Me dijeron que habían visto salir al gerente y me preguntaron adonde había ido, si iba a traer dinero y a que hora volvía", comentó Cintia a La Capital aún asustada por la odisea. Pero para la policía, algo falló en las presuntas tareas de inteligencia de los maleantes, que habrían sido vistos merodeando la cuadra en los días previos: en el lugar sólo se entregan encomiendas y correspondencia, pero no hay manejo de dinero en efectivo.
Encerrados
Así las cosas, con Cintia reducida, los delincuentes empezaron a embalar su botín: una computadora, un radiograbador, un estéreo y una calculadora. "Fue la peor media hora de mi vida", contó la mujer que, transcurrido ese tiempo, pasó a tener la compañía de Bruno Tagliaferri, de 33 años. Es que el hombre llegó a trabajar al lugar y corrió la misma suerte que Cintia y que Sandra Barrionuevo la tercera trabajadora que cayó en manos de los asaltantes.
A medida que las agujas del reloj avanzaban, el temor de los empleados inmovilizados crecía. "Nosotros les pedíamos que nos dejaran ir, que no nos hicieran nada y ellos nos decían que ya estaban jugados, que les dijéramos donde estaba la plata porque sino nos mataban", recordó Cintia.
La pesadilla empezó a cerrarse cuando un hombre golpeó a la puerta de la oficina para realizar un trámite personal. Era el oficial auxiliar de la policía Aldo Vallejos, que se sorprendió de que nadie atendiera su llamado y alcanzó a ver un gran desorden en el local, con papeles tirados en el piso y algunas computadoras desarmadas y embaladas para ser llevadas. Entonces pensó que algo raro pasaba y decidió dar cuenta del hecho a sus pares de la seccional 7ª, ubicada a pocas cuadras del local, a los que se sumaron agentes del Comando Radioeléctrico y el Cuerpo Guardia de Infantería.
Cuando las patrullas llegaron al depósito, a mediodía, los delincuentes se mostraron amenazando a las dos empleadas maniatadas. Cintia tenía apoyado un cuchillo sobre su cuello y Sandra una escopeta en su abdomen. Entonces se inició una negociación que por momentos fue tensa ya que los asaltantes se negaban a entregarse. Pero el paso de los minutos y el diálogo que llevó adelante el mismo oficial Vallejos llevó a los maleantes a poner fin al episodio.