Por actitud. Por coraje. Por ir siempre al frente, Argentina fue un justo campeón. Es cierto que durante el Mundial nunca llegó a exhibir un fútbol de alto vuelo, pero tuvo la ambición de los grandes. Contra Colombia tuvo hambre de gloria. Y cuando el gol no caía, apareció una de sus máximas figuras, Fernando Cavenaghi, para ejecutar con precisión un tiro libre y asegurar el primer título desde que Hugo Tocalli comanda las divisiones inferiores del seleccionado argentino. Colombia tomó la iniciativa, a tal punto que se plantó muy bien en el fondo y pobló el medio, lo que impidió a los muchachos de Tocalli cruzar el círculo central. Los albicelestes fueron un equipo deslucido e impreciso. Pero más allá de las intermitencias, antes de que de cumpliera el primer cuarto de hora casi inaugura el marcador. El volante de River Mascherano probó con un remate de media distancia a Landázuri, quien alcanzó a desviar con esfuerzo. La respuesta no tardó en llegar cuando Eberto alcanzó a desviar un disparo que tenía destino de red. Más allá de las ganas, aunque sin conceptos claros por cierto, el equipo de Tocalli pudo visitar el área cafetera pero sin la contundencia necesaria para vulnerar la última línea. A todo esto, los defensores albicelestes parecían hablar otro idioma en relación con los volantes, que mostraron en varios pasajes del cotejo muchas falencias a la hora de generar fútbol. Sobre todo por parte de Carlos Tevez, quien mostró un juego intermitente, al igual que el goleador Fernando Cavenaghi. Y así pasó el primer tiempo. Con una Colombia muy bien ordenada ante una Argentina que perdió el control y se desesperó, lo que la llevó a erigirse en un equipo errático y por demás de deslucido. Con la entrada de Pisculichi por Belluschi, Argentina ganó en precisión y llegada. A ellos se les sumó Rivas, que con su gambeta comenzó a desequilibrar por izquierda. Claro que le faltó el toque final, el que no tuvo Tevez, quien desperdició una ocasión increíble sólo ante Landázuri. Lo llamativo fue que Tocalli decidiera sustituir a Rivas, uno de los pocos que desbordaba a la última línea colombiana, por el volante Patricio Pérez, en vez de cambiar a Tevez, intrascendente como durante la mayor parte del torneo. Colombia resignó prácticamente toda pretensión de atacar y apostó a la réplica que le diera el título por el que hizo muy poco. Y cuando los caminos al gol parecían cerrados, Cavenaghi dijo otra vez presente. El goleador del Mundial acarició la pelota en un tiro libre y la puso junto al poste derecho, desatando el festejo de los argentinos. Así, de menor a mayor, aunque sin lucir, Argentina se consagró campeón, burlándose de la historia del Centenario, un estadio que siempre le fue adverso al seleccionado nacional.
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