Año CXXXVI
 Nº 49.734
Rosario,
domingo  26 de
enero de 2003
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Bolivia: Pueblo sobre nubes
Coroico, ubicado al pie del cerro Uchumachi, es una escala obligada en el recorrido por la pintoresca región de los valles fértiles

Los rayos del sol irrumpieron por las rendijas de las ventanas cerradas del Expreso Wara Wara del Sur ("constelación" en lengua quechua), desde donde se observa el vasto paisaje del altiplano y se anuncia la llegada a la ciudad boliviana de La Paz, capital de las alturas, testigo silencioso del roce de las nubes con la silueta de la madre tierra.
Desde La Paz, emplazada a 3.625 metros sobre el nivel del mar, comienza un nuevo y deslumbrante viaje hacia el pueblo de Coroico, ubicado a 80 kilómetros al noreste, por una ruta que atraviesa las altas cumbres y se eleva a más de 5.000 metros; donde se destacan los nevados de Illimani (6.462), Illanpu (6.645) y Ancohuma (6.388), desde siempre dominios del kuntur ("condor" en lengua quechua).
Desde esas alturas, una serpenteante pendiente marca la entrada de un valle cálido y subtropical, conocido como Yungas; la ruta asfáltica se transforma en una huella de ripio húmedo y resbaladizo de una sola vía y con el precipicio como acompañante.
Las espinas y amarillos pastizales dan lugar a árboles frutales y verdes helechos; caídas de agua en forma de arco cruzan por el camino, y torrentosos ríos, rugiendo furiosos, dan vida a estas Yungas ubicadas en el corazón de los Andes. Aquí la imponencia de la diversidad habla de un piso ecológico, con más de doscientas especies de aves, una amplia variedad de plantas y mariposas únicas en el mundo.

Domingos de feria
En este verde paisaje montañoso está Coroico, ubicada al pie del cerro Uchumachi, a 1.600 metros sobre el nivel del mar, exquisito punto panorámico donde se aprecia la apertura en abanico de los valles fértiles de la región.
Sus callecitas empedradas invitan a un recorrido mágico, propio de un pueblo que descansa sobre nubes, donde viven apenas unos dos mil habitantes, que circulan al paso de un tiempo que no es oro, aunque los domingos todo cambia.
Ese día, el pueblo es escenario de la gran feria, a la cual concurren las cholas que bajan de los cerros con sus gigantescos bártulos y los campesinos y habitantes de pueblos cercanos que buscan intercambiar y comerciar los artículos regionales.
Entre tanto colorido y mercadería producida por ellos mismos, está don José, un hombre de 70 años que junto con sus nietos prepara la cosecha de naranjas, mandarina y café, cargando después el pesado bulto atado hábilmente, sobre su espalda ya doblada por trabajar la tierra desde siempre.
También construyó unas habitaciones de ladrillos de adobe, que alquila a familias y turistas por poquísimo dinero, ya que para dormir tiene lo que se denomina "payasa", un colchón de paja sobre el piso, una "costumbre" en los pobres pueblos andinos.

Excursión a las cascadas
En Coroico, el guía turístico recomienda entre diferentes y deslumbrantes paseos posibles por la región, la ascensión al cerro Uchumachi y la caminata a las cascadas y a las Pozas del río Vagantes.
El recorrido a los Vagantes es de tres horas por un camino colmado de cantos de aves, árboles con frutos al alcance de la mano y el aroma de un verde que se intensifica a medida que se aproxima el río.
El Vagantes ofrece un sonido de aguas bravías en medio de la inmensidad y soledad de un paisaje al que pocos turistas han tenido el placer de conocer.
Cerca de allí está la confluencia del río Dulce con el Vagantes, un sitio donde la naturaleza poco sabe de la existencia del hombre. Pero ese es otro viaje.
Para recorrer Coroico, donde la temperatura es de 26 grados promedio durante todo el año, los meses apropiados son de abril a noviembre, porque de diciembre a marzo es temporada de lluvias.
Se llega desde La Paz en colectivos que parten del barrio de Villa Fátima, con salidas diarias de mañana y tarde, en un viaje que dura 3 horas. Posee servicios en hoteles y hosterías, y para comer están desde los mercados populares, que son un clásico con sus platos regionales, hasta restaurantes de comida internacional. En tanto, bares y discotecas proponen la vida nocturna.



Arboles, helechos y ríos torrentosos en Las Yungas.
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