Daniel Santoro, quien adhirió al peronismo en los años setenta mientras estudiaba el idioma chino en los bares de la avenida Corrientes, con los años mixturó los fervores políticos con su múltiple profesión de escenógrafo, inventor, maquetista, pintor y sinólogo, actividades que aplicó a la investigación del imaginario justicialista. Santoro vuelca estos heterogéneos elementos en su labor plástica sintetizada en el libro "Manual del niño peronista", en el que reúne entrevistas y textos del crítico Raúl Santana y del arquitecto Alberto Petrina, que acompañan una abundante selección de reproducciones a color de dibujos, pinturas y objetos creados por el artista. El libro, publicado por La Marca Editora, recrea la gráfica proselitista y las ilustraciones de los textos escolares de uso obligatorio en la primera y segunda presidencia del General Juan Domingo Perón (1945-1955). Santoro llama "lejana patria de la felicidad" a este período y define como "arqueología futura" a su reconstrucción de la iconografía oficial de la época. La obra de Santoro refleja una idealización a ultranza, de confesa parcialidad. Ahí reside la ambigüedad y limitaciones del Manual y de los aportes de Santana y Petrina. El trío no quiso, pudo, o supo, discriminar las convicciones políticas entrañables de la investigación iconográfica y la evaluación de la operativa artística de Daniel Santoro. ¿El libro es la apología de un régimen, la nostalgia de una utopía, el examen de un imaginario colectivo o el análisis de un producto artístico? El énfasis asertivo de Santoro, Santana y Petrina obtura cualquier aproximación disidente o ajena (en órdenes políticos o estéticos) a los lectores adultos de este libro. La objeción es mínima en términos de inspiración creadora, pero de peso cuando se pretende analizar las relaciones entre arte y política, tema central de las recientes investigaciones de Laura Malosetti Costa, Andrea Giunta, Alberto Giudici y al que Petrina y Santana hicieron aportes significativos. Las fuentes de imágenes a las que recurrió Santoro fueron las ilustraciones y viñetas del libro "Libre, Justa y Soberana", de las revistas Mundo Peronista y Mundo Atómico y periódicos y folletos proselitistas. Santana observa que esta gráfica es deudora de la empleada para divulgar los Planes Quinquenales de la URSS durante el período stalinista. Aunque hace la salvedad de que la versión argentina es más suave, ya que suplanta la representación heroica de los obreros por "gauchos más felices". En realidad se ven pocos obreros en la obra de Santoro. Los protagonistas excluyentes son Perón y Evita, frecuentemente representados con fondo de arquitectura monumental, grandilocuente. Estos aspectos estilísticos son examinados por el arquitecto Petrina, conocedor del tema. Petrina define arquitectura del período peronista como una mezcla de "neoclasicismo, racionalismo, pintoresquismo y californiano". Los dos primeros primaron en la construcción de edificios públicos (ministerios, hospitales, facultades) que expresaban la majestad del estado. El californiano fue la estética adoptada para las obras de Fundación Eva Perón y reproducidas en los textos escolares. Los textos consagraban la visión idílica de la familia burguesa con detalles de confort que evocan las comedias de Hollywood. ¿La estética justicialista era la estética de Evita? En rigor ella era muy consciente de la imagen que deseaba proyectar. Basta recordar que posó para Numa Ayrinhacy y Héctor Cartier, ataviada con glamour oxigenado a lo Lana Turner, cuya vestimenta hacía copiar a los couturier argentinos antes de que optara por los modelos de París. Es una pérdida grande que, tras su muerte, se haya desechado por "poco femenina" la espléndida Eva-América esculpida por Sesostris Vitullo. Y es de lamentar que los autores omitan el tema y prefieran reproducir las maquetas de monumentos (al Descamisado y a Eva Perón) de estética dudosa y de autores que prefieren mantener anónimos. (Télam)
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