A partir del miércoles pasado, el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires exhibe una muestra de fotografías del rosarino Norberto Puzzolo, que marca nuevos registros y rescata una trayectoria que tuvo su primer acontecimiento a fines de los años 60, con la muestra Tucumán Arde.
La imagen actual de Puzzolo equilibra contenidos simbólicos e intimistas, y la magnificación del soporte con intervención de los negativos.
La muestra está conformada por la serie Cielos, Cielitos y Círculos -fotografías a color de gran formato- y un conjunto en blanco y negro, de notable introspección lírica y que parten de elementos pequeños o materiales de desecho, como alambre de púa, rodajas de madera, rezagos de metal y guijarros.
Estas materias banales son transformadas al variar su contexto y dimensión. Puzzolo descubre su potencial simbólico y sígnico al contraponerlas a crepúsculos y horizontes infinitos.
Estos contenidos están presentes en "Cielito Argentino, Cayó Piedra sin Llover II" (125 x 120 cm., 2002). Los sílices parecen levitar, casi propulsados hasta la superficie por la energía solar que centra la imagen.
La dimensión mural de la obra no impide que Puzzolo despliegue su dominio del oficio. El control de texturas, contrastes, color y matiz es perfecto, lo que hace verosímil la imagen.
Puzzolo confiesa su fascinación por la ambigüedad del lenguaje fotográfico, al que adjudica disimularse tras la "máscara de la documentación".
La ambigüedad se manifiesta en Cielo y Círculo I, II, III y IV. El montaje permite percibir la obra como un políptico. Es probable que su condición de discípulo de Juan Grela y Anselmo Piccoli gravite en la exacta composición geométrica que subyace en los signos de estas obras.
Otras variaciones de la serie Cielos se cargan de contenidos inquietantes aunque no cambie la inalterada serenidad del horizonte. "Cielo Argentino con Piedra VII" y "Cielito Argentino con Fragmentos" preanuncian desde el título irónico la metáfora implícita en la imagen.
Norberto Puzzolo confía al blanco y negro la expresión más experimental e introspectiva. En estas obras alcanza una cualidad evocativa, fantasmal, que habilita la metáfora de "Flor y Púas", "Luz y Sombra" y "Homenaje a Tapies".
Con oficio seguro que omite ostentar alardes, Puzzolo interviene el negativo, contamina perfiles y claroscuros, oculta y revela simultáneamente la doliente, ardiente memoria.
La conjetura se afirma en "Autorretrato en circo partes" (módulos de 45x45 centímetros, realizada en 2000), en donde el símbolo crístico de la corona de espinas y la cruz está contextualizado, presentado en voz baja y lancinante en imágenes de potente expresividad.
Arte y política
Nacido en Rosario en 1948, Norberto Puzzolo fue partícipe activo de Tucumán Arde, movilización artística y política que marcó la década del sesenta. Su objetivo era documentar fotográficamente la denuncia de la injusticia social. Pero los propósitos de Tucumán Arde excedían las rutinas del arte crítico al comprometer al protagonista y al público en el proyecto contestatario.
De esa experiencia derivó su posterior especialización de cronista gráfico que documentó la masacre de Ezeiza, producida en el retorno de Perón al país en 1973. La traumática experiencia hizo que Puzzolo cuestionara la impasibilidad de la cámara ante la violencia.
Era un cuestionamiento equivalente, aunque de signo diverso, a sus reparos a los lenguajes artísticos tradicionales en una sociedad en crisis. La posterior dedicación de Puzzolo a la fotografía publicitaria debe interpretarse como un exilio, el repliegue reflexivo donde alcanzó disciplina, excelencia y maestría técnica.
Esa perspectiva le permitió también un desarrollo profesional internacional con muestras en Estados Unidos (Chicago, Nueva York), España (Madrid, Burgos) y Alemania (Frankfurt).
La obra actual de Norberto Puzzolo condensa las ricas, vitales y dolorosas experiencias de una generación de argentinos. En estas obras persiste la ardiente memoria de la utopía incumplida y la fe en el papel comunicativo de la obra de arte.