Año CXXXVI
 Nº 49.727
Rosario,
domingo  19 de
enero de 2003
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Opinión: Operación eructo en Venezuela

Pablo Díaz de Brito / La Capital

Es con seguridad el récord absoluto, el non plus ultra, de los episodios bananeros. El general de división toma una cerveza y eructa ante cronistas, micrófonos y cámaras. Luego parte raudo en el estribo de un camión cargado de gaseosas y cervezas, con el orgullo profesional del militar que ha conquistado una inexpugnable posición enemiga (de Coca-Cola, en este caso). Repetirá la escena poco después en una embotelladora de cerveza. Con humor machista cuartelero se dirige a una cronista: "¿Se te están cansando los brazos mi amor? Ay, que lástima que yo sea tan alto y tú tan chiquitica, ¿verdad?".
La estratégica carga líquida requisada de esta manera el viernes va "para alimentar al pueblo", según afirmó solemnemente el jefe del general eructador y líder máximo de la "revolución democrática y pacífica", Hugo Chávez, que ayer ratificó que fue él quien ordenó tan inteligente operación. Poco cuenta que la coca-cola y la cerveza no figuren en la canasta de alimentos básicos. "Es para el pueblo, ¿o acaso a ustedes no les gusta la cerveza? A mi sí", explicó el general Acosta Carles, que pasó de completo desconocido a una súbita (mala) fama.
El presidente que decidió esta sutil acción contra el monstruo capitalista es el mismo que habla por cadena de radio y televisión durante horas con el tono y cadencia de un predicador religioso, mientras alza, mirando fijo a la cámara con gesto de fanático, crucifijos y figuras del Niño Jesús. "¡Soy cada día más cristiano!", exclama, inspirado sin dudas por el Señor que está en los cielos.
Poco antes de la "operación eructo", el presidente-coronel se había vestido de traje y colgado la banda presidencial para inaugurar el año de una Asamblea Nacional fantasmagórica (la domina totalmente, y ninguna comisión investigadora está en manos de la oposición). Anunció su decisión de poner, por fin, un poco de orden en el país arruinado por "traidores, fascistas y oligarcas", o sea por la oposición, que a esta altura aglutina a obreros petroleros (y desde el viernes, sin duda también a los de las embotelladoras), navegantes, bancarios, docentes, profesores universitarios, empresarios de todo nivel, etc. Explicó el mandamás la urgencia de iniciar las requisas, porque los perversos empresarios "acaparan y ahorcan de hambre" al pueblo bolivariano. Ese pueblo que hace apenas dos años llenaba urnas y plazas a voluntad del jefe y hoy se hace ver a cuentagotas, o peor, sí se hace ver, pero en las oceánicas manifestaciones de los "traidores y oligarcas". Un ejemplo, para quien todavía dude de esto: a mediados de diciembre la oposición realizó una de las tantas marchas de ese mes. Sin esfuerzo juntó 300.000 personas, como mínimo. El chavismo quiso replicar organizando una marcha simultánea, pero aún recurriendo a más de 300 colectivos, a los militantes del interior y a todas las ventajas de controlar el Estado no logró pasar de 27.000 manifestantes, según periodistas extranjeros. Chávez comprendió que perdió la calle y las plazas, escenarios fundamentales para un populista que se precie, entonces las niega a sus enemigos a fuerza de bastonazos, gases y tiros, pero ni así alcanza.
Ante tan negro panorama le vino la ocurrencia de enviar la orden de requisa al general todoterreno, que de no ser por el ocupante del palacio de Miraflores hoy sería un capitán retirado, en el más optimista de los casos. Así fue que el ya famoso bebedor uniformado tomó a sus muchachos y sus camiones y partió en heroica misión, a decomisar coca-colas y cervezas. Para el pueblo.
No conforme con haber iniciado en modo tan incisivo su ofensiva para recuperar la iniciativa y aplastar a los "fascistas", el presidente anunció sanciones contra dos televisoras privadas. "Pero no se les quitará el permiso, sólo serán multas", tranquilizó magnánimo el vicepresidente Rangel, unas de esas figuras penosas que siempre están al pie del trono de los dictadores tropicales, listas para trasmitir deseos y órdenes del líder supremo.


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