Año CXXXVI
 Nº 49.727
Rosario,
domingo  19 de
enero de 2003
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La verdadera fundamento de la baja del dólar
El default y la recesión desalientan la demanda de divisas. Pero no es sostenible en el mediano plazo

Juan Carlos Cagnoli

Más allá de las distintas concepciones y perspectivas desde las que se puede analizar el fenómeno de la cotización del dólar en la Argentina, es necesario enfocar el problema desde el punto de vista de la oferta y demanda del dólar como mercancía.
Pensando que el dólar es un bien como cualquier otro, se puede entender que como todo producto que se negocia en una economía, tiene un precio que surge del juego de la oferta y de la demanda. Así entonces, para desentrañar qué sucede con el precio del dólar, es conveniente mirar con un poco de detenimiento quiénes son los que demandan dólares y quiénes son los que los ofrecen.
Para simplificar un poco las cosas, conviene saber que los generadores de los dólares son los sectores exportadores, que al enviar bienes y servicios al exterior, reciben en pago dólares billete que ingresan a nuestro país. Esos exportadores deben transformar los dólares en moneda nacional ya que sus gastos se pagan con pesos, y allí es donde se transforman en oferentes del mercado cambiario.
En cuanto a los demandantes de dólares, y también simplificando, se dividen en tres grandes grupos: importadores, particulares y Estado, cada uno de los cuales interviene en el mercado de un modo diferente.
Los importadores traen bienes y servicios de otros países y deben pagar dólares por los mismos. De modo que no sólo no los generan sino que requieren de los mismos para cumplir sus compromisos. En este caso, los importadores, han reducido drásticamente sus demandas de divisas porque la brutal recesión en la que está sumergida nuestra economía, con un consumo paupérrimo y con niveles de inversión casi inexistentes, hace que se traigan cada vez menos bienes del exterior.
Y en este caso no se debe caer en el exitismo del presidente de la Nación, quien se refirió en alguna oportunidad a los artículos importados como "porquerías", ya que si bien es cierto que entraban muchos artículos prescindibles y de dudosa calidad, también entre los artículos que se dejan de importar figuran repuestos, maquinarias, computadores, drogas e insumos medicinales, todos artículos de una importancia estratégica absoluta que en el mediano plazo se transformarán en un cuello de botella que no se podrá soslayar indefinidamente. Un país que importa pocos bienes no necesariamente es un país más exitoso, por el contrario, de hecho en la Argentina, la caída de importaciones redunda en una consecuente caída del nivel de vida de la población. Claro que en el corto plazo, esta caída en las importaciones genera un superávit comercial de casi 15.600 millones de dólares anuales.
El segundo grupo de demandantes, los particulares, son numerosas personas que, por diferentes motivos pero esencialmente como mecanismo de ahorro y atesoramiento, escapan de la moneda nacional por considerarla poco confiable y demasiado sujeta a las decisiones de los políticos de turno. Generalmente esos dólares salen de circulación camino a colchones, cajas de seguridad y cuentas del exterior, y su demanda depende en buena medida de la capacidad de ahorro de las clases media y alta. Estos individuos siguen siendo activos demandantes de dólares, pero al pesificarse sus ingresos, su capacidad de ahorro en dólares no es muy grande, y los que van escapando de a poco de los corralitos y corralones, lo hacen a una tasa de cambio muy inferior al precio de mercado del dólar libre.
Esto hace que en el corto plazo se vean tentados por las altas tasas de interés bancario. Pero no hay que engañarse. Son un público inestable, que a la menor señal de alarma pueden tentarse rápidamente a refugiarse en el dólar.

El peso de la deuda
El último sector demandante es el Estado, que acumula una deuda pública que, según como se la mida, ronda los 150.000 millones de dólares. Y para cumplir con sus compromisos requiere de los dólares necesarios para pagar no sólo la deuda sino también los intereses de la misma que también se pagan en esa moneda. Y aquí está la madre del borrego. La Argentina está en default, o sea, no le paga nada a nadie, ergo no necesita los dólares, por lo tanto, el excedente que queda del comercio internacional sólo está siendo absorbido por los particulares que todavía pueden ahorrar, en tanto el gobierno mira de reojo mientras el tiempo transcurre, hasta que el que venga detrás reciba la papa caliente. A una tasa de un 4% anual (planteando un escenario optimista) sobre 150.000 millones, habrá que pagar sólo de intereses unos 6.000 millones de dólares al año. Y esos dólares el Estado los tiene que comprar en el mercado y con superávit fiscal real, subiendo impuestos o bajando duramente el gasto. Si no hacen eso, comprarán los dólares con emisión monetaria sin respaldo, y todos saben que eso genera inflación y... aumento del dólar.
Resumiendo, el dólar hoy es un bien relativamente abundante ya que afortunadamente las exportaciones están estables, no se importa ni siquiera lo indispensable, las tasas de interés (por ahora) son tentadoras y como la Argentina no le paga nada a nadie, por ahora el Estado no necesita divisas.
Históricamente, la oferta de dólares provenientes de las exportaciones ha sido insuficiente para atender la demanda de los mismos, y eso es lo que a lo largo de los últimos años ha provocado el sostenido aumento de su precio, ya que, como todo bien, cuando los que lo demandan son más de los que los ofrecen, su precio se eleva.
No se trata de augurar una estampida inminente del dólar ni nada parecido, simplemente de analizar en detalle la crónica debilidad del mercado cambiario argentino. Veranitos hubo y habrá y siempre, como todo verano, se terminan y a veces en forma sorpresiva.

Un mundo de fantasía
Este mundo de fantasía de abundancia de divisas tiene un límite dado por la paciencia de los acreedores externos e internos y por la venalidad de los jueces de la Suprema Corte, que no se deciden a fallar de una vez por todas contra la pesificación escandalosa de plazos fijos y bonos de la deuda pública.
A la larga o a la corta, esta increíble sucesión de estafas, moratorias unilaterales y otras barbaridades, se va a interrumpir y entonces algunos afortunados dirán: "Menos mal que compré los dólares a tiempo". El reciente acuerdo alcanzado en la negociación con el FMI, es un primer paso hacia la normalización de la situación de la deuda pública argentina. Es el puntapié inicial a una renegociación de los términos y condiciones bajo las cuales la Argentina iniciará el proceso de pago de intereses y capital de sus compromisos con acreedores privados.
En síntesis, desde el punto de vista de su valor en términos de lo que se puede comprar con un dólar, su cotización actual es muy elevada, favorece a los exportadores y es la panacea de la recaudación impositiva vía retenciones, castigando el nivel de vida de los argentinos. Pero en términos de la demanda futura de dólares necesarios para normalizar la situación de importaciones y pagos de la deuda, es muy probable que siga subiendo, sólo que en el mediano y largo plazo.



Pese a las flexibilizaciones, el dólar sigue planchado.
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