Año CXXXVI
 Nº 49.727
Rosario,
domingo  19 de
enero de 2003
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Análisis político
El arte de la prescindencia

Jorge Sansó de la Madrid / La Capital

A sabiendas de que las encuestas que ha venido manejando la Casa Gris mostraban a Carlos Menem como eventual triunfador en una interna peronista en la provincia y de los discretos recelos que el gobernador Carlos Reutemann acumuló hacia Néstor Kirchner, la admonición que Enrique Reutemann dirigió a este último y su cuasi adhesión a la postulación del ex presidente tiene menos de novedoso que la propia debacle política argentina. En rigor, Enrique Reutemann no dijo nada que la mayoría de los periodistas de esta provincia no haya escuchado antes de boca de algún funcionario santafesino, lo que reduce sus declaraciones a un mero dato anecdótico. No obstante, en la semana que acaba de transcurrir disparó todos los interrogantes posibles. Menos uno: ¿cuántos piensan en el peronismo santafesino como el hermano del gobernador? Fue la única pregunta por la que Carlos Reutemann se vio obligado a romper su mutismo y tomar distancia de esos dichos, revelando a este diario que se va a pronunciar "cuando lo considere necesario". Y está claro que la estentórea convocatoria del duhaldismo a una renovación partidaria y el ungimiento de un precandidato para tal expresión no movieron su necesidad de avalar ninguna de las opciones electorales de su partido. ¿Reutemann demora el momento de decidir su opción conforme a sus propias necesidades o considera que la alternativa planteada resta aún conformarse de modo acabado?
Cualquiera de los allegados del mandatario santafesino se verá tentado a explicar largamente que la sempiterna postura del gobernador de Santa Cruz de "cortarse solo" cada vez que el conjunto de sus pares se vio obligado, voluntariamente o no, a trabajosas negociaciones con el gobierno central, sumada a las declaraciones públicas con las que siempre testimonió esa conducta, dejaron en Reutemann una actitud prevenida hacia Kirchner. Quizá la expresión más acabada de ese sentimiento haya que buscarla en aquel momento de ofuscación en que el Lole mandó al santacruceño a que traiga los dólares que su Gobernación mantiene fuera del país. Sean muchos o pocos los peronistas santafesinos que se sientan inclinados a respaldar a Menem en una interna, se da por sobrentendido que sólo Reutemann puede modificar el peso específico de tal resolución inclinándose a una u otra de las orillas por las que se canaliza el turbulento devenir partidario. De modo tal que las encuestas que otorgan ventajas al ex presidente entre los afiliados peronistas de Santa Fe se ven de suyo relativizadas, máxime aún porque todas ellas datan desde antes de que Kirchner consiguiera la plataforma desde la que aspira a consolidarse como la alternativa a aquél. Razones de más por las que duhaldistas y menemistas urgen ese pronunciamiento que el gobernador demora hasta la exasperación.

Los riesgos del equilibrio
Esa necesidad que tienen los contendientes fortalece al santafesino pero lo hace objeto de presiones constantes y de un equilibrio por momentos riesgoso, incluso para su propia salud, y hasta la impaciencia de su propia tropa, que espera señales del rumbo a seguir. Pero Reutemann parece dispuesto a mantenerse en sus trece y a hacer pagar cara cada una de las solicitudes con las que suene su celular.
Poco le preocupa que el duhaldismo haya considerado una pálida representación santafesina a la presencia del presidente del PJ provincial, Angel Baltuzzi, durante el relanzamiento de Kirchner, días pasados. Queda claro que Baltuzzi no interrumpió sus vacaciones y viajó desde Bahía Blanca a San Vicente para asumir un aprieto y ser objeto de miradas interrogativas -como sabía que ocurriría- por el puro gusto de no privarse de un rato incómodo. Y que si se encargó de resaltar de modo casi obsesivo que su asistencia era "meramente protocolar y de cortesía", alejando cualquier interpretación de apoyo expreso al nuevo precandidato duhaldista, fue porque antes consultó con Reutemann o, directamente, recibió tal instrucción de éste.
Deducir entonces que Reutemann buscó claramente expresarse remiso empalideciendo la presencia santafesina en San Vicente, es de Perogrullo. ¿Por qué? Difícilmente no haya imaginado que el duhaldismo interpretaría su retaceo como un solapado apoyo a Carlos Menem. Aunque éstos no pudieron cargarlo a su columna del haber porque el Lole había ya salido a aclarar que todavía no se ha pronunciado.
Reutemann ha dicho que quiere internas en su partido. Que sólo el voto mandará a su casa a Menem y que otro "artilugio" -a menos que concite el consenso de todas las partes involucradas, agregó más tarde por boca de los suyos- llevaría al peronismo a la fractura. En San Vicente Kirchner blanqueó su intención de no enfrentar al riojano en las urnas. El presidente Duhalde salió a respaldarlo y propicia que el congreso partidario del viernes que se reunirá (si es que lo hace) en Lanús, consagre un "artilugio" que evite la compulsa. A lo que los menemistas ya han anticipado que se opondrán y cuentan para ello con una resolución judicial que insta a habilitar las urnas. Este zigzagueo duhaldista genera varias consecuencias advertibles de inmediato. La primera de ellas es que habiendo el presidente rechazado de modo enfático la opción de una ley de lemas acordada por consenso en la mesa del congreso partidario propicia ahora aplicarla o en su defecto un frente diferente que le permita a su candidato, en los hechos, presentarse por fuera del PJ. Ello llevará a los menemistas a pelear el nombre PJ y con chances de quedarse con él, si de la Justicia termina dependiendo esa disputa. Esto para muchos, si no es fracturar el partido, se le parece en todo.
Otra consecuencia es haber generado el efecto contrario al buscado. Esto es, haber oxigenado a Menem. Nadie que no tema perder se evidencia insistente en evitar la confrontación. Y las razones esgrimidas por el presidente para evitar la interna son, cuanto menos, discutibles. Ha dicho que no se pueden hacer porque los padrones partidarios son truchos. Una cuestión que hasta ahora no pareció alterarlo en lo más mínimo y que jamás mencionó mientras buscó que Reutemann fuera su candidato. Su acusación de que va haber fraude, que en cualquier ámbito es un delito, en la jerga política no es menos que admitir su impotencia para evitarlo o, lo que es peor, otorgar al adversario una imponente capacidad para burlar la voluntad de los afiliados y sobre todo de los controles partidarios que, hoy, dominaría el duhaldismo de seguir contando con los aliados que respaldaron sus posturas en los congresos anteriores. También ha dicho que no hay plata para hacerlas.

Obsesión sin destino
Finalmente porque con estos argumentos en la Argentina no habría elecciones de ninguna clase por muchos años, pero fundamentalmente porque evidencian que todo lo puesto en San Vicente por el peronismo bonaerense no alcanza para batir al enemigo y de ese modo la tarea se transfiere sin más a otros ámbitos cuyos líderes no parecen apurados en asegurarle a Duhalde la suerte de su obsesión.
Entre ellos se cuenta Reutemann, cuya ambición de sobrevivir a Menem y Duhalde es advertible. El escenario que plantea el convaleciente de Llambi Campbell contempla la interna partidaria o en su defecto una alternativa acordada por los precandidatos que permita al PJ llegar en paz a la primera vuelta de las generales presidenciales. Los magros guarismos que acompañan a todos los postulantes están denunciando que habrá, con seguridad, una segunda vuelta. Ese es el momento para el que busca Reutemann reservarse.
Quien quiera que en nombre del peronismo llegue a la segunda instancia lo hará con un porcentual de votos escaso pero aun así se habrá impuesto a su contendiente del que -dado el nivel de virulencia existente- no podrá esperar mayores esfuerzos del derrotado. Eso lo saben Menem y Duhalde, sobre todo éste, que acusa al primero de haber ayudado a De la Rúa a derrotarlo en 1999 y por eso hoy busca el modo de evitar la decantación en la interna si no puede vencer al riojano. Duhalde tiene que gobernar hasta mayo y ello se le dificultará grandemente si Menem gana la interna y se convierte en el aspirante a sucederlo desde su propio partido. Pero esa es una necesidad de Duhalde, no de Reutemann: el Lole necesita llegar a la segunda vuelta manteniendo equidistancia de uno y otro para convertirse en el único dirigente de peso nacional capaz de articular los apoyos necesarios para asegurarle al candidato partidario que haya sorteado el trayecto hasta esa instancia final las chances de un posible triunfo. Si eso se da jugará a fondo y por entero en la segunda vuelta, pero mientras tanto deberá él mismo sortear el sinuoso camino de la prescindencia hasta entonces. Y nadie, todavía, sabe cómo evitará tener que pronunciarse antes.



Reutemann no revela su estrategia de ajedrez.
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